EL CINE COMO EL JUGUETE QUE DURA TODA LA VIDA
El director cinematográfico, guionista, director artístico y director teatral Jaime Chávarri cumple hoy 81 años. Procedente de los ámbitos contraculturales de los años 60, ha pasado a la historia del cine español por El desencanto (1976), unos de los documentales más alabados del cine hispano, que retrata a una familia disfuncional de la élite cultural franquista. Precisamente la familia es uno de los temas más recurrentes de su filmografía, a medias entre lo autoral y la ambición comercial, buscando siempre un punto distante, irónico y transgresor. También ha destacado por su pericia para la dirección de actores. Devoto del cine de Renoir y Buñuel, así como de cierto cine erótico americano de serie B, atribuye la mayor parte de su trayectoria a la casualidad y a la suerte. Y su inagotable interés por reflejar la cultura popular con sus imágenes le ha hecho considerar el cine como 'el juguete que dura toda la vida'.
Aun con antepasados ilustres (un Marqués de Alhama y el expresidente del Gobierno Antonio Maura), Jaime Chávarri de la Mora creció en un ambiente familiar sin interés por la cultura. No obstante, él manifestó una temprana inclinación por el mundo de las imágenes. Por designio familiar se licenció en Derecho, pero lo que quería realmente era dedicarse al cine. En su primera juventud filmó cortometrajes y se matriculó para estudiar cinematografía en la Escuela Oficial de Cine, donde efectuó dos cursos hasta que por una huelga lo expulsaron a él y a toda su promoción. Pero en la escuela hizo amistades que le transmitieron inquietudes intelectuales y le condujeron a llevar una vida bohemia.
Sus improvisados primeros largometrajes como amateur, rodados en Super 8 mm. y con un tono simbolista, fueron Run, Blancanieves, run (1967) y Ginebra en los infiernos (1969). Al tiempo desempeñó funciones de crítico en la páginas de la revista Film Ideal. Sus primeros pasos como profesional los dio como meritorio, fue co-guionista o ayudante de dirección de cineastas como Iván Zulueta o Francisco Regueiro, y director artístico en películas de Carlos Saura, Jaime de Armiñán o Víctor Erice. Como director y guionista, hizo su primera contribución al cine comercial con el episodio 'La danza', uno de los cuatro que componían el film de terror Pastel de sangre (1971), firmados por otros tantos directores. Además de algunos trabajos para la televisión, su primera película individual fue Los viajes escolares (1974), drama de tintes autobiográficos, con Bruce Robinson, Maribel Martín, Ramiro Oliveros, Lucia Bosè y Laly Soldevila, film que por problemas con la censura no pudo estrenarse hasta dos años más tarde y con poca repercusión. En todo caso sirvió para que el productor Elías Querejeta se interesase por Chávarri y apostase por él para dirigir un film que resultaría clave en la Transición española y que supondría su consagración ante la crítica: el docudrama experimental en blanco y negro El desencanto (1976), indagación en el pasado de la familia del fallecido poeta falangista Leopoldo Panero, en la que se entrevista a su viuda Felicidad Blanc y a sus tres hijos, Juan Luis Panero, Leopoldo María Panero y Michi Panero. La disección de esta familia española del antiguo régimen conforma un minucioso y eficaz cuadro de la decadencia. Querejeta también le produjo sus dos siguientes películas: A un dios desconocido (1977), drama con Héctor Alterio, Javier Elorriaga, María Rosa Salgado, Rosa Valenty, Mercedes Sampietro y Ángela Molina, ensayo sobre la soledad centrado en un mago homosexual cincuentenario, granadino cuyo padre había sido jardinero de Federico García Lorca, que regresa a su tierra en busca de su identidad. Este film, premiado en el Festival de San Sebastián con la Perla del Cantábrico al mejor largometraje de habla hispana y la Concha de Plata al mejor actor, fue también valorado por la crítica, pero no tanto el siguiente, Dedicatoria (1980), drama con José Luis Gómez, Amparo Muñoz, Patricia Adriani, Francisco Casares y Luis Politti, en el que trata la inconstancia afectiva y el incesto. En todo caso, estas películas le confirieron un aura de 'autor' con la que Chavarri nunca se sintió cómodo.
La siguiente etapa de su filmografía está ligada a dos producciones de Alfredo Matas, ambas adaptaciones literarias: Bearn o la sala de las muñecas (1983), basada en una novela de Lorenzo Villalonga que transcurre en Mallorca en el siglo XIX, con Fernando Rey, Ángela Molina, Amparo Soler Leal e Imanol Arias; y Las bicicletas son para el verano (1984), que llevaba a la pantalla la obra teatral homónima de Fernando Fernán Gómez ambientada en la Guerra Civil española, con Amparo Soler Leal, Agustín González, Victoria Abril y Gabino Diego. Estas películas 'de encargo', rodadas con más medios, tuvieron notable éxito comercial. En 1984 Chávarri desempeñó un pequeño papel como actor cómico en la película "¿Qué he hecho yo para merecer esto?" de Pedro Almodóvar.
Vuelve a su mundo más personal con El río de oro (1986), drama de coproducción hispano-suiza, con Ángela Molina, Bruno Ganz, Francesca Annis y Stefan Gubser, una revisión siniestra del mito de Peter Pan que supone una lejana continuación de Los viajes escolares. Luego rodará la película más taquillera de toda su carrera: la producción de Luis Sanz Las cosas del querer (1989), melodrama musical ambientado en la dura posguerra española y vagamente inspirado en la figura del tonadillero Miguel de Molina, con Ángela Molina, Ángel de Andrés López y Manuel Bandera. Ese film, nominado al Goya en siete categorías, también obtuvo un notable éxito en Argentina, donde enfadó al propio Miguel de Molina, quien se quejó amargamente de que se utilizase su nombre para publicitar el film sin percibir él ni un céntimo. Le siguieron otra adaptación literaria producida por Alfredo Matas, Tierno verano de lujurias y azoteas (1992), comedia adaptadora de una novela de Pablo Sorozábal, con Marisa Paredes, Gabino Diego e Imanol Arias, y una fallida secuela de su film de mayor éxito cinco años anterior, Las cosas del querer 2ª Parte (1994), rodada en Madrid y Buenos Aires, con Ángela Molina, Manuel Bandera, Susú Pecoraro y Darío Grandinetti. Rueda después Gran slalom (1995), comedia de enredo con Juanjo Puigcorbé y Laura del Sol; Sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando (1998), apreciable coproducción hispano-argentina en foma de drama musical ambientado en Buenos Aires en los años 30, sobre los amores entre una española y un oscuro cantante de tangos que se hace pasar por Carlos Gardel, con Darío Grandinetti, Aitana Sánchez-Gijón y Juan Echanove; y Besos para todos (2000), comedia ambientada en Cádiz en 1965 sobre la vicisitudes eróticas de un grupo de jóvenes en una época de represión, con Emma Suárez, Eloy Azorín, Roberto Hoyas, Chusa Barbero, Iñaki Font y Pilar López de Ayala.
Ya en el siglo XXI dirige El año del diluvio (2004), adaptación de una novela de Eduardo Mendoza en forma de drama romántico protagonizado por una monja y un terrateniente, con Fanny Ardant y Darío Grandinetti; Camarón (2005), drama biográfico sobre el cantaor flamenco José Monge Cruz, conocido como 'Camarón de la Isla', con Óscar Jaenada y Verónica Sánchez, film que obtuvo cinco nominaciones al Goya y ganó tres, uno de ellos al mejor actor protagonista. Tras dieciocho años sin rodar películas regresa a los 80 años con La manzana de oro (2023), comedia coral de enredo sobre una convención de poetas en un pazo gallego, con Adrián Lastra, Marta Nieto y Sergi López, film mal acogido por crítica y público.
Interesante y motivadora reseña. Muy válida recopilación de su obra.
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