lunes, 11 de mayo de 2015

Salvador Dali - 40 Obras

SALVADOR DALÍ (Figueras, Gerona, España, 11-5-1904 / Ibídem, 23-1-1989): IN MEMORIAM

Hoy es aniversario natal del célebre pintor español Salvador Dalí. Adherido al surrealismo desde finales de los años 20, se convirtió en uno de sus máximos exponentes artísticos con su personalísimo e imaginativo estilo pictórico, aun después de ser rechazado por sus propios coetáneos del movimiento surrealista por su ideología derechista. La producción de Dalí de ese periodo se fundamenta en su método 'paranoico-crítico', inspirado en buena medida en las teorías de Freud y según el cual se accede a la libertad creativa del subconsciente: representación de imágenes oníricas y objetos cotidianos en formas compositivas insospechadas y sorprendentes, como los relojes blandos de La persistencia de la memoria (1931). Si bien más adelante se decantó por un estilo más clásico con influencias renacentistas, toda su obra conforma un extenso universo simbólico pletórico de significados ocultos. Su técnica pictórica se caracteriza por un dibujo meticuloso, una minuciosidad casi fotográfica en el tratamiento de los detalles y un colorido muy brillante y luminoso. También dejó su huella en el ámbito de la ilustración y del grabado, realizó una notable cantidad de esculturas y de joyas, así como participó en el mundo escénico a través de la creación de ballets, escenografías y vestuario para óperas; sin olvidar sus aportaciones, de importancia decisiva, en el mundo del diseño, de la publicidad y del cine. Colaboró con Luis Buñuel en la elaboración del guión del cortometraje "Un perro andaluz" (1929) y, para la película "Recuerda" (1945) de Alfred Hitchcock, el artista catalán diseñó los decorados.
Defensor del surrealismo en un contexto apolítico ("Yo soy el surrealismo"), siempre amante de lo lujoso, extravagante y excesivo, durante toda su vida puso gran empeño en cultivar una imagen excéntrica, ególatra y megalómana que le hizo famoso en el mundo entero. En 1942 publicó su autobiografía, La vida secreta de Salvador Dalí. La inmigrante rusa Gala fue su musa y pareja de por vida desde 1929 hasta la muerte de ella en 1982. Ambos se casaron civilmente en 1934 y por el rito católico en 1958. El 1 de abril de 1970 el pintor anunció la creación de un museo Dalí en Figueras, que abrió sus puertas cuatro años más tarde. Fue miembro de la Academia francesa de Bellas Artes desde 1979 y el rey Juan Carlos I le concedió el título de Marqués de Púbol en 1982. El 23 de enero de 1989, falleció en el hospital de Figueras a los 84 años de edad a consecuencia de un paro cardiaco, después de haber sufrido una larga agonía. Su cadáver fue embalsamado y enterrado en una tumba bajo la cúpula geodésica que domina su casa-museo en la misma localidad. En su testamento designó al Estado Español como heredero universal de su obra. La Fundación Gala-Salvador Dalí se encarga en la actualidad de la gestión de su legado.

El texto siguiente es reproducción de la página Biografías y Vidas:

Dalí nació en una madrugada de la primavera de 1904 en el seno de una familia burguesa, hijo de un notario bienpensante y de una sensible dama aficionada a los pájaros. Más tarde escribiría: "A los tres años quería ser cocinero. A los cinco quería ser Napoleón. Mi ambición no ha hecho más que crecer y ahora es la de llegar a ser Salvador Dalí y nada más. Por otra parte, esto es muy difícil, ya que, a medida que me acerco a Salvador Dalí, él se aleja de mí".
Puesto que la persecución sería incesante y el objetivo no habría de alcanzarse nunca y, dado que en ningún recodo de su biografía estaba previsto que hallara el equilibrio y la paz, decidió ser excesivo en todo, intrepretar numerosos personajes y sublimar su angustia en una pluralidad de delirios humorísticos y sórdidos. Se definió a sí mismo como "perverso polimorfo, rezagado y anarquizante", "blando, débil y repulsivo", aunque para conquistar esta laboriosa imagen publicitaria antes hubo de salvar algunas pruebas iniciáticas, y si el juego favorito de su primera infancia era vestir el traje de rey, ya hacia sus diez años, cuando se pinta como El niño enfermo, explora las ventajas de aparentar una constitución frágil y nerviosa. 
Su precocidad es sorprendente: a los doce años descubre el estilo de los impresionistas franceses y se hace impresionista, a los catorce ya ha trabado conocimiento con el arte de Picasso y se ha hecho cubista y a los quince se ha convertido en editor de la revista Studium, donde dibuja brillantes pastiches para la sección titulada "Los grandes maestros de la Pintura".
En 1919 abandona su Cataluña natal y se traslada a Madrid, ingresa en la Academia de Bellas Artes y se hace amigo del gran poeta granadino Federico García Lorca y del futuro cineasta surrealista Luis Buñuel, de quien sin embargo se distanciará irreversiblemente en 1930. En la capital adopta un extraordinario atuendo: lleva los cabellos largos, una corbata desproporcionadamente grande y una capa que arrastra hasta los pies. A veces luce una camisa azul cielo, adornada con gemelos de zafiro, se sujeta el pelo con una redecilla y lo lustra con barniz para óleo. Es difícil que su presencia pase desapercibida.
En los revueltos y conflictivos meses de 1923 sufre un desafortunado contratiempo. En la Academia de Bellas Artes a la que está adscrito se producen manifestaciones en contra de un profesor, y antes de que dé comienzo el discurso oficial y se desate la violenta polémica, Salvador abandona la sala. Las autoridades creen que con este gesto ha sido él quien ha dado la señal de ataque y rebelión y deciden expulsarlo durante un año. Después, de nuevo en Figueras, los guardias vienen a detenerlo y pasa una temporada en la cárcel.
A la salida de prisión recibirá dos alegrías. La primera, una prensa para grabado que su padre le regala, y la segunda, la visita de su excelente compañero de la Residencia de Estudiantes de Madrid Federico García Lorca, quien, en las calurosas noches del verano de Cadaqués, lee a toda la familia Dalí sus versos y dramas recién compuestos. Es allí, junto al Mediterráneo, donde García Lorca redacta la célebre "Oda a Salvador Dalí", publicada unos años después, en 1929, en la Revista de Occidente. Pronto será también Luis Buñuel quien llegue a Cadaqués para trabajar con su amigo Salvador en un guión cinematográfico absolutamente atípico y del que surgirá una película tan extraña como es Un perro andaluz.
En 1927 Dalí viaja por primera vez a París, pero es al año siguiente cuando se instala en la capital francesa y se une al grupo surrealista que lidera el poeta André Breton. Este último terminará expulsándolo del movimiento algunos años después, en una memorable sesión de enjuiciamiento a la que Dalí compareció cubierto con una manta y con un termómetro en la boca, aparentando ficticiamente estar aquejado de fiebre y convirtiendo así el opresivo juicio en una ridícula farsa.
La triple acusación a la que tuvo entonces que enfrentarse Dalí fue: coquetear con los fascismos, hacer gala de un catolicismo delirante y sentir una pasión desmedida e irrefrenable por el dinero. A esto precisamente alude el célebre apodo anagramático con que fue motejado por Breton, Avida dollars, acusación que lejos de desagradar al pintor le proporcionaba un secreto e irónico placer. De hecho, después de conocer a la que sería su musa y compañera durante toda su vida, Gala, entonces todavía esposa de otro surrealista, el poeta Paul Eluard, Dalí declaró románticamente: "Amo a Gala más que a mi madre, más que a mi padre, más que a Picasso y más, incluso, que al dinero."
Salvador se enamoró de Gala en el verano de 1929 y con ella gozó por primera vez de las mieles del erotismo. Es la época en que pinta Adecuación del deseo, Placeres iluminados y El gran masturbador, pintura esta última que fue atacada y desgarrada por el fanático grupo puritano los Camelots du Roy. Mientras tiene lugar una exposición de sus obras en la Galería Goemans de París, la joven y apasionada pareja se refugia y aísla en la Costa Azul, pasando los días y las noches encerrados en una pequeña habitación de un hotel con los postigos cerrados.
Enterado el padre de Salvador de la vida disoluta de su hijo por un artículo de Eugenio d'Ors aparecido en La Gaceta Literaria, rompe relaciones con su vástago; pero ello no debió afectarlo demasiado, o quizás sí, puesto que es en esa época en que el artista realiza lo mejor de su obra, como el célebre cuadro Persistencia de la memoria (1931), donde blandos relojes cuelgan de la rama de un árbol, del borde de un pedestal y sobre una misteriosa forma tendida en la vasta extensión de la playa.
En 1934 viaja con su ya inseparable Gala a Estados Unidos, donde desembarca y se presenta ante los periodistas con un enorme pan cocido por el cocinero del trasatlántico que les ha transportado. En sus erráticas manifestaciones no duda en asociar el mito hitleriano con el teléfono y a Lenin con el béisbol. Son todas bromas absurdas que tratan de quitar hierro a una situación política amenazante. Dos años después se desata la atroz guerra civil en España y una de las primeras muestras de la probidad de los militares insurrectos es el infame asesinato de su amigo Federico García Lorca, crimen que conmocionó a la opinión pública internacional. Dalí escribió: "Lorca tenía personalidad para dar y vender, la suficiente para ser fusilado, antes que cualquier otro, por cualquier español."
En 1938 conoce por fin, gracias al escritor vienés Stefan Zweig, a Sigmund Freud, quien había sido el gran inspirador de la estética surrealista, de la que Dalí no se siente marginado pese a las bravatas de Breton, sino que por el contrario se considera el único y más genuino exponente. El padre del psiconálisis había dado pábulo a la nueva indagación del inconsciente con su libro La interpretación de los sueños (1900), pero nunca se había tomado demasiado en serio a sus jóvenes admiradores de París.
No obstante, el 20 de julio de 1938, tras el encuentro, Freud anotó en su diario: "Hasta entonces me sentía tentado de considerar a los surrealistas, que aparentemente me han elegido como santo patrón, como locos integrales (digamos al 95%, como el alcohol puro). Aquel joven español, con sus espléndidos ojos de fanático e innegable dominio técnico, me movió a reconsiderar mi opinión". Por su parte, el artista realizó asombrosos y alucinantes retratos del "santo patrón" de los surrealistas.
Instalado otra vez en Nueva York en 1939, Dalí acepta un encargo para decorar unos escaparates comerciales. El tema que elige es el del Día y la Noche, el primero evocado por un maniquí que se mete en una bañera peluda y la segunda, por medio de brasas y paños negros extendidos, pero la dirección modifica el decorado sin consultar al autor. Dalí, iracundo, vuelca la bañera de astracán llena de agua y la lanza contra los cristales del escaparate produciendo un gran estrépito y un notable destrozo.
Pese a que la opinión pública norteamericana le aplaude el vigor con que ha sabido defender la propiedad intelectual, es juzgado por los tribunales y condenado a pagar los desperfectos. Tampoco consigue concluir su siguiente proyecto para decorar un pabellón de la Feria Internacional de Nueva York, el cual debía llevar el significativo título de Sueño de Venus.
A España regresó en 1948, fijando su residencia de nuevo en Port-Lligat y hallando en el régimen del general Franco toda suerte de facilidades. El gobierno incluso declaró aquel rincón catalán que tanto fascinaba al pintor "Paraje pintoresco de interés nacional". Para muchos historiadores del arte lo mejor de su obra ya había sido realizado y, sin embargo, aún le quedaban cuarenta años de caprichosa producción y de irreductible endiosamiento y exhibicionismo, con apariciones públicas del estilo de la que protagonizó en diciembre de 1955, cuando se personó en la Universidad de la Sorbona de París para dar una conferencia en un Rolls Royce repleto de coliflores. En vida del artista incluso se fundó un Museo Dalí en Figueras; ese escenográfico, abigarrado y extraño monumento a su proverbial egolatría es uno de los museos más visitados de España.
Durante los años setenta, Dalí, que había declarado que la pintura era "una fotografía hecha a mano", fue el avalador del estilo hiperrealista internacional que, saliendo de su paleta, no resultó menos inquietante que su prolija indagación anterior sobre el ilimitado y equívoco universo onírico. Pero quien más y quien menos recuerda mejor que sus cuadros su repulsivo bigote engominado, y no falta quien afirme haberlo visto en el Liceo, el lujoso teatro de la ópera de Barcelona, elegantemente ataviado con frac y luciendo en el bolsillo de la pechera, a guisa de vistoso pañuelo, una fláccida tortilla a la francesa.
En su testamento, el controvertido artista legaba gran parte de su patrimonio al Estado español, provocando de ese modo, incluso después de su muerte, acaecida en 1989, tras una larga agonía, nuevas y enconadas polémicas. El novelista Italo Calvino escribió que "nada es más falsificable que el inconsciente"; acaso esta verdad paradójica y antifreudiana sea la gran lección del creador del método paranoico-crítico, de ese maestro del histrionismo y la propaganda, de ese pintor desaforado y perfeccionista, de ese eximio prestidigitador y extravagante ciudadano que fue Salvador Dalí. El chiflado prolífico del Ampurdán, la llanura catalana barrida por el vertiginoso viento del norte que recoge las suaves olas del mar Mediterráneo en una costa tortuosa y arriscada, descubrió el arte de la mixtificación y el simulacro, de la mentira, el disimulo y el disfraz antes incluso de aprender a manejar su lápiz con la exactitud disparatada y estéril de los sueños.
Su longeva existencia, tercamente consagrada a torturar la materia y los lienzos con los frutos más perversos de su feraz imaginación, se mantuvo igualmente fiel a un paisaje deslumbrante de su infancia: Port-Lligat, una bahía abrazada de rocas donde el espíritu se remansa, ora para elevarse hacia los misterios más sublimes, ora para corromperse como las aguas quietas. Místico y narciso, Salvador Dalí, quizás uno de los mayores pintores del siglo XX, convirtió la irresponsabilidad provocativa no en una ética, pero sí en una estética, una lúgubre estética donde lo bello ya no se concibe sin que contenga el inquietante fulgor de lo siniestro. Dalí exhibió de forma provocativa todas las circunstancias íntimas de su vida y su pensamiento.


Autorretrato (1921)

Escena de cabaret (1922)

Autorretrato cubista (1923)

Luis Buñuel (1924)

Muchacha en la ventana (1925)

El juego lúgubre (1929)

Los primeros días de la primavera (1929)

El gran masturbador (1929)

 Los placeres iluminados (1929)

El enigma del deseo (1929)

La persistencia de la memoria (1931)

El Angelus arquitectónico de Millet (1933)

El hombre invisible (1933)

El espectro del sex appeal (1934)

Mae West, que puede utilizarse como apartamento surrealista (1935)

Construcción blanda con judias hervidas (1936)

Cisnes que se reflejan como elefantes (1937)

Metamorfosis de Narciso (1937)

Jirafa en llamas (1937)

El rostro de la guerra (1940)

Autorretrato blando con bacon frito (1941)

Niño geopolítico mirando el nacimiento del hombre nuevo (1943)

Atletas cósmicos (1943)

Paranoia (1944)

Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor (1944)

Galarina (1945)

Mi mujer desnuda contemplando su propio cuerpo (1945)

La tentación de San Antonio (1946)

 Los elefantes (1948)

Leda atómica (1949)

Cristo de San Juan de la Cruz (1951)

Galatea de las esferas (1952)

Joven virgen autosodomizada por los cuernos de su propia castidad (1954)

Crucifixión (1954)

La última cena (1955)

Descubrimiento de América (1959)

El Concilio Ecuménico (1960)

La pesca del atún (1967)

El torero alucinógeno (1970)

Dalí pintando a Gala por detrás (1973)

1 comentario:

  1. Esta lectura es para devorársela y como complemento toda una galería cuidadosamente seleccionada que ilustra perfectamente todo el texto.

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