lunes, 18 de abril de 2022

Gustave Moreau (Paris, France, 6-4-1826 / Ibid, 18-4-1898): In memoriam

VISIONARIO E INCLASIFICABLE
 
Hoy es aniversario de la muerte del pintor francés Gustave Moreau, artista de culto, visionario, precursor del Simbolismo y famoso por su estética decadente basada en el Renacimiento e incubada durante el Romanticismo. Basándose en las sagradas escrituras y, sobre todo, en la mitología clásica, elaboró una obra imaginativa y ambiciosa que, alejada del academicismo imperante, proponía una poética de la sugerencia y la ambigüedad. Trabajó en el gran formato que se dedicaba a la gran pintura de historia, pero trataba los temas desde el punto de vista de la belleza estética y la anécdota sentimental. Su inclasificable obra tendría gran influencia entre los simbolistas reconocidos, como Matisse y Rouault, así como sobre surrealistas y fauvistas.
Gustave Moreau nació en el seno de una familia de clase media alta. Su padre era arquitecto y su madre músico. Moreau vivió una vida protegida mientras crecía. Habiendo visitado Italia con su familia a los quince años, comenzó su amor por el arte. A los dieciocho años entró en la École des Beaux-Arts, que abandonaría en 1850, disconforme con la formación académica recibida. 
En 1852 expuso una Pietà por primera vez en el Salón de París y en 1853 trasladó su taller al tercer piso de una casa que sus padres compraron, en el número 14 de la calle La Rochefoucauld, donde viviría el resto de su vida. Apolo y las nueve musas (1956) fue una de sus primeras obras destacables. Entre 1857 y 1859 volvió a Italia, visitando Roma, Florencia y Venecia, con el objeto de estudiar las obras de los grandes pintores italianos del Renacimiento, que influyeron de manera determinante en su obra. A su regreso comenzó una relación personal, posiblemente romántica, con Adelaide-Alexandrine Dureux, una joven a la que dibujaría varias veces, y que fue su única amiga íntima hasta que ella murió en 1890.
Su primer reconocimiento no le llegó hasta exponer en el Salón Edipo y la esfinge (1864), obra inspirada en Ingres y una de sus primeras pinturas simbolistas. Sucesivamente pintó Diómedes devorado por sus caballos (1865), Jason y Medea (1865), Orfeo (1865), El joven y la muerte (1865), Venus emergiendo del mar (1866), La Quimera (1867), Júpiter y Europa (1868), Prometeo (1868), Andrómeda (1867-1869), El rapto de Europa (1869) o las acuarelas Europa y el toro (1869) y Perseo y Andrómeda (1970). Al estallar la  guerra francoprusiana, en 1870 se alistó voluntario, pero hubo de ser licenciado por sus fuertes ataques de reuma. En los años siguientes, molesto por las críticas a sus cuadros, considerados extravagentes y formulistas, dejó de exponer. Con todo, en 1875 fue nombrado Caballero de la Legión de Honor y en 1883 promovido a Oficial de la misma.
En su etapa de madurez hay obras como Deyanira (1872), Hércules y la Hidra de Lema (1876), Salomé bailando ante Herodes (1976), David (1878), Jacob y el Angel (1878), Galatea (1880), El triunfo de Alejandro el Grande (1885), Los unicornios (1885), El rapto de Ganímedes (1886), San Jorge y el dragón (1889-90), La flor mística (1890), Poeta muerto llevado por un centauro (1890), Hesíodo y la Musa (1891), El poeta y la sirena (1893), Júpiter y Semele (1894-1895), o las acuarelas La aparición (1876), Faetón (1878), El mono y el delfín (1880), Sansón y Dalila (1882), Eva (1885) y Cleopatra (1887).
La muerte en 1884 de su madre, a quien estaba muy unido, y de su amante en 1890 acentuaron su misantropía y aislamiento así como su melancolía. A partir de 1891 fue profesor en la École des Beaux-Arts. En 1895, presintiendo el final, decidió transformar su casa de cuatro plantas en un museo. Un cáncer estomacal acabó con su vida a la edad de 72 años. Su muerte pasó casi desapercibida y, por deseo propio, tuvo un funeral muy sencillo, tal y como había sido su vida.
En su prolífica obra produjo más de 15.000 pinturas, entre óleos, acuarelas y dibujos. Una parte considerable de ella fue donada al estado francés y a comienzos de 1904 su casa se abrió al público como el Museo Nacional Gustave Moreau y así ha continuado hasta hoy. Uno de sus primeros visitantes, el escritor Marcel Proust describió a Moreau como 'el hombre que pintaba sus sueños'. Su obra parecía estar destinada al olvido, hasta que los surrealistas se interesaron por la complejidad de sus composiciones, entre ellos André Breton, Max Ernst o Salvador Dalí.
Como en literatura, su simbolismo fue una reacción para evadirse de la vida social burguesa haciendo uso de símbolos e imágenes recurrentes como adolescentes andróginos, mujeres fatales, criaturas monstruosas, etc. Su estilo se aproxima en algunas ocasiones al exotismo orientalista, a la estampa japonesa o la iconografía hindú, otras a pintores europeos de diversas épocas, pero siempre con un sello muy personal y reconocible. La pureza de la línea en Moreau se debe a su aprendizaje académico así como a la herencia pictórica que había dejado vigente Ingres. Sus contornos firmes y modelado detallado son típicos de las obras que le caracterizan. Destaca también su particular sentido del color, especialmente llamativo por sus brillos dorados. Técnicamente Moreau fue un experimentador que utilizó recursos tradicionales de línea y color, pero también frotados, rascados, incisiones y todo tipo de técnicas para dotar de una mayor expresividad a su obra.
 

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