BENIAMINO GIGLI (Recanati, Italia, 20-3-1890 / Roma, Italia, 30-11-1957)
El tenor italiano Beniamino Gigli falleció tal día como hoy hace sesenta y dos años. Sobresalió especialmente en su interpretación del repertorio lírico italiano y fue uno de los más célebres tenores de la primera mitad del siglo XX en todo el mundo. Llegaron a llamarle 'el segundo Caruso'. Su carrera duró 41 años aproximadamente; durante ella realizó más de 400
grabaciones, actuó en unas 20 películas e interpretó 62 papeles operísticos
diferentes, además de haber efectuado más de 2000 presentaciones en todo el
mundo (en muchos casos benéficas). En 1952 fue nombrado Gran Oficial de La Orden al Mérito de la República Italiana. Asímismo recibió el título de Caballero de la Legión de Honor francesa y la Gran Cruz de la Orden al Mérito de la República Federal Alemana. Los críticos de hoy todavía le reconocen como uno de los mejores tenores de la historia y sus grabaciones se han seguido publicando en cd.
El más pequeño de los seis hijos de un zapatero que amaba la ópera, Beniamino Gigli mostró desde muy pequeño grandes aptitudes para el canto. A los siete años entró a formar parte del coro infantil de cantores de la catedral de su población. Su familia era muy pobre y él tuvo que emplearse en diversos oficios para pagarse algunas lecciones de canto. Cuando tenía diecisiete años su familia permitió que se trasladase a Roma para estudiar. Tras unos meses de servicio militar con ocasión de la Guerra de Libia en 1912, consiguió una beca y se pudo inscribir en el conservatorio estatal romano.
En 1914, tras ganar un concurso de canto en Parma, debutó como tenor operístico en Rovigo interpretando el papel de Enzo en La Gioconda de Ponchielli. Después hubo gran demanda de su voz potente, melodiosa y afinada: en 1915 debutó en Palermo y en Nápoles, en 1916 en Roma y en 1918 en la Scala de Milán, ciudades donde interpretó óperas como Manon de Massenet, Tosca de Puccini, Mefistofele de Boito o La favorita de Donizetti. Su creciente fama le llevó a debutar en Madrid, Barcelona, Río de Janeiro y Buenos Aires en 1919 y en la Metropolitan Opera House de Nueva York en 1920. Su papel emblemático en estos lugares fue el de Fausto en Mefistofele de Arrigo Boito, aunque también interpretó a Edgardo en Lucia di Lammermoor de Donizetti, a Roberto en La bohème de Puccini o el rol titular en Andrea Chénier de Giordano.
En 1921, tras la muerte de Enrico Caruso, se convirtió en el tenor más aclamado internacionalmente y ese año representó a Alfredo en La traviata de Verdi en el Met nepoyorquino. En ese templo operístico se presentó con éxito durante doce temporadas consecutivas. Además de en ciudades como San Francisco, Filadelfia o Chicago, realizó giras por Sudamérica y Europa. Particularmente exitosas fueron sus actuaciones en Berlín en 1924 y en el Teatro Colón bonaerense en 1925, 1928 y 1933. En 1930 cantó Andrea Chénier en el Covent Garden de Londres.
La gran crisis económica americana fue decisiva en la ruptura en 1932 de Gigli con el Met. Su gerente pretendió bajarle el salario y el divo no aceptó después de ser desestimada por aquel una contraoferta de seis recitales gratis. El desacuerdo devolvió al tenor a Italia, convirtiendo el teatro de la Opera de Roma en su principal centro de actividad (al Met sólo volvería en 1939 para cinco representaciones). En otras ciudades europeas destacan sus interpretaciones de Radamés en Aida de Verdi en Viena en 1936 y del Duque de Mantua en Rigoletto de Verdi en Londres en 1938.
A pesar de su limitada fotogenia, entre 1935 y 1950 actuó en una veintena de películas en Italia y Alemania. Al término de la II Guerra Mundial fue acusado de colaborar con el fascismo, imputación de la que posteriormente se le exculpó. Su diabetes le fue apartando paulatinamente de los escenarios hasta su retiro oficial en un recital en el Carnegie Hall de Nueva York en 1955.
Especialmente en los primeros años de su carrera, Gigli poseyó una voz hermosa, suave y fluida de tenor spinto, con aterciopelado registro de timbre central conveniente a roles líricos. Ya en la madurez su voz desarrolló cualidades dramáticas que le permitieron afrontar roles más onerosos en óperas como Aida, Il trovatore y La forza del destino de Verdi, Pagliacci de Leoncavallo o Cavalleria rusticana de Mascagni.
En 1915 Gigli se casó con Costanza Cerroni, matrimonio del que nacieron sus hijos Rina (1916), futura soprano, y Enzo (1919). A partir de 1932 sostuvo una segunda relación secreta con Lucia Vigarani, de la que nacieron Giovanni (1940), Gloria (1942) y Maria Pia (1944). El tenor falleció de un ataque cardiaco tras una pulmonía. Contaba 67 años de edad.