martes, 30 de julio de 2019

Michelangelo Antonioni (Ferrara, Italia, 29-9-1912 / Roma, Italia, 30-7-2007): In memoriam

RENOVADOR DEL CINE ITALIANO

Hoy se cumplen doce años de la muerte del cineasta italiano Michelangelo Antonioni. Intelectual existencialista, es un autor de referencia del cine moderno y uno de los más apreciados por la crítica internacional entre los procedentes del país transalpino. Crítico y guionista primero (lo siguió siendo en casi toda su obra), su irrupción en la cinematografía de su país marca el fin del neorrealismo. Su cine, opuesto al naturalismo y tremendamente pesimista, supone una continua introspección del malestar de nuestra cultura, de la angustia que corroe el alma humana. Con estilo minimalista y pausado retrata la soledad y la incomunicación, el enigma de un mundo desolado y fantasmagórico donde sus personajes deambulan como huidizas figuras embargadas de melancolía. Pocos como él han mostrado el hastío y la desavenencia crónica de las parejas en el entorno de la burguesía urbana. Reproduciendo con lenguaje fílmico innovador la esterilidad emocional, el conjunto de su obra representa un silencioso grito de desesperación en la soledad. Asímismo, sus películas se caracterizan por no construir argumentos al estilo clásico, sino más bien por acumular escenas que generan atmósferas de alta densidad, en las que apenas hay acción o coartada dramática a la manera tradicional. Con su célebre 'trilogía de la incomunicación' (La aventura, La noche, El eclipse) alcanzó notoriedad a escala planetaria.
Michelangelo Antonioni  nació en el seno de una familia burguesa de clase media, con la que vivió hasta que se mudó a Roma en 1940. A finalizar sus estudios en un instituto técnico de Ferrara, se matriculó en la universidad de Bolonia, ciudad a la que se desplazaba diariamente y en la que se graduó en economía y comercio. En esta época comenzó a moverse en ambientes culturales, se interesó por el mundo del teatro en sus diferentes variantes e inició su actividad literaria, escribiendo críticas cinematográficas en el periódico local de Ferrara. Dos de sus aficiones más marcadas fueron el cine y el tenis. Practicando este deporte ganó diversos trofeos  y por medio del club de la localidad tuvo acceso al estilo de vida de la alta sociedad, que tantas veces representaría en sus películas.
Ya en Roma, su trabajo como crítico en la revista cinematográfica Cinema le dio la oportunidad de conocer a muchos de los que en el futuro se convirtieron en importantes personalidades del mundo del cine italiano, tanto en su vertiente práctica como teórica (entre ellos, Roberto Rossellini). Cuando Antonioni perdió ese empleo, pasó una época de penuria, en la que se vio obligado a vender sus trofeos de tenis para sobrevivir, decidido a no pedir ayuda a su familia. En 1941 ingresó en el Centro Experimental de Cinematografia, donde tuvo su primer contacto con una cámara de cine. Su formación allí sólo duró pocos meses, ya que tuvo que ingresar en el ejército italiano. A pesar de todo, siempre encontraba tiempo para escribir guiones de películas. En 1942 se casó con Letizia Balboni, matrimonio que duraría hasta 1954.
Su primer guión filmado fue el de Un piloto regresa (1942) de Roberto Rossellini. En Francia fue ayudante de dirección de Marcel Carné en la película Los visitantes de la noche (1943). La guerra interrumpió su trayectoria hasta que abandonó el mundo militar en 1943 y regresó a las mismas tareas realizando el cortometraje documental Gente del Po, que no pudo terminar hasta 1947. Después de colaborar en el guión de Caza trágica (1947) de Giuseppe De Santis, continuó rodando documentales (género que no dejaría de practicar a lo largo de toda su carrera). Tras superar muchas dificultades rodó su primer largometraje, Crónica de un amor (1950), drama con elementos de cine negro protagonizado por Massimo Girotti y Lucía Bosè, quien había sido Miss Italia 1947 y daba sus primeros pasos como actriz. El film no tuvo éxito y su director tardó tres años en estrenar el segundo, Los vencidos (1953), drama en tres episodios de tramas criminales ambientadas en Francia, Italia e Inglaterra, en los que su autor mostraba el inconformismo y el hastío existencial de toda una generación de jóvenes. En La señora sin camelias (1953), pesimista visión sobre el mundo del cine con Lucia Bosè, Gino Cervi, Andrea Checchi, Ivan Desny y Alain Cuny, vuelve a una reflexión nada complaciente sobre la burguesía con apariencias de simple melodrama. Tras dirigir uno de los seis episodios del fim colectivo Amor en la ciudad (1953), rodó Las amigas (1955), drama que adaptaba libremente una novela de Cesare Pavese, con Eleonora Rossi Drago, Gabriele Ferzetti, Franco Fabrizi, Valentina Cortese, Yvonne Furneaux, Madeleine Fischer y Anna Maria Pancani, un film con el que consiguió el León de Plata en el Festival de Venecia y el elogio de la crítica al trascender una historia de por sí atractiva para experimentar con temáticas y estilos de narrar y encuadrar innovadoramente expresivos, y El grito (1957), drama con reminiscencias neorealistas en el que trazó su visión de lo burgués a través del punto de vista del mundo obrero, con Steve Cochran, Alida Valli, Dorian Gray, Lynn Shaw, Gabriella Pallotta y Betsy Blair, film que incide también en su pesimista percepción de la incomunicación del ser humano que tanto le obsesionaría en su famosa trilogía de los años 60, de la que fue un anticipo y que muchos consideran su primera obra de gran calado.
En 1957 conoció a la que había de ser su musa, amante y actriz fetiche en años venideros, Monica Vitti, quien a la sazón trabajaba como dobladora. La obra teatral "Escándalos secretos" señaló la primera colaboración artística entre ambos. Con La aventura (1960) Antonioni inició su trilogía de la incomunicación, en la que se basa su reputación internacional. Se trata de un intrigante drama rodado en una pequeña isla al norte de Sicilia, intepretado por Gabriele Ferzetti, Monica Vitti, Lea Massari y Dominique Blanchar. En un primer momento parece una película de suspense: Una chica desaparece en una isla desierta mientras está de vacaciones en un yate con unos amigos, por lo que su novio y su mejor amiga la buscan desesperadamente. Pero no tardan en abandonar las pesquisas para iniciar su propia (tórrida pero inconsistente) historia de amor, quedando sin resolver el misterio de la desaparición. La cinta, de inusual ritmo lento y énfasis en la composición visual de caracteres y paisaje, subvirtió sistemáticamente los códigos, prácticas y estructuras fílmicas en su momento. En ella el argumento quedaba desdibujado, haciendo prevalecer la textura de las imágenes para mostrar un climax silencioso de desazón psicológica. Presentada en el Festival de Cannes, obtuvo abucheos generalizados del público pero recibió el Premio del Jurado "por su gran contribución a la búsqueda de un nuevo lenguaje cinematográfico". Estaba naciendo el cine moderno y este título, hoy un apreciado clásico, supuso el espaldarazo en las carreras de Antonioni y Vitti.
Gracias al éxito de crítica de La aventura, Antonioni pudo rodar sus dos siguientes películas de la trilogía con estrellas internacionales. En La noche (1961) contó con Marcello Mastroianni, Jeanne Moreau, Monica Vitti y Bernhard Wicki. Exploración sobre el amor, la muerte, el tedio y el erotismo, en esta película las mujeres y la confusión o esterilidad de los sentimientos ocupan un lugar preponderante, mientras que el protagonista masculino, un escritor falto de inspiración y estímulos, representa las implicaciones de ser artista en un marco social regido por el lucro capitalista, remitiendo al espectador a la noción de que detrás del entorno arquitectónico de la industrializada Milán sólo existe el abismo del vacío. El film ganó el Oso de Oro en el Festival de Berlín y Antonioni fue galardonado en su país con el Nastro d'Argento y el David di Donatello a la mejor dirección. En El eclipse (1962), la última película de Antonioni todada en blanco y negro, los personajes principales fueron interpretados por Alain Delon, Monica Vitti y Francisco Rabal. En ella abunda en el malestar existencial, el distanciamiento o extrañeza en los sentimientos interpersonales y la extrema dificultad humana de construir relaciones en un mundo económicamente en crecimiento pero cada vez más frío y mecanizado. Impregnado de una belleza abstracta, el film fue reconocido con el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes y es hoy considerado otro de los grandes logros de su director.
En los films que componen su famosa trilogía, Antonioni consolidó un periplo por el universo de la incomunicación del hombre en la sociedad en la que pretende sobrevivir. Más allá de explicaciones innecesarias, usando la cámara como extensión de su mirada, sigue el deambular de los personajes en su fragilidad, en sus ineludibles fracasos, que no son más que una proyección del enigmático vacío que les envuelve. Desde perspectivas complementarias aborda un mismo tema: la indiferencia impide constatar la dicha de ser amado y la vida confirma que la cercanía no evita el desconocimiento o la incomprensión. Sus referencias visuales se construyen sobre silencios y miradas vacías que nunca se encuentran. La inseguridad, el desencanto, la angustia que conforman la tragedia interior de sus personajes sin rumbo son mostrados dilatando el tempo de los planos para sumergir al espectador en un incómodo estado de estupor.
El estilo antinaturalista de Antonioni se manifestó de forma más evidente en El desierto rojo (1964), su primer film en color, turbador drama psicológico con Monica Vitti y Richard Harris que parte de la crítica considera como cuarta entrega de la trilogía de la incomunicación, ya que mantiene una temática similar: las secuelas psicológicas de un accidente impiden a su neurótica protagonista encontrar una salida interpersonal a su desesperación existencial. En todo caso va más allá en su revolución estilística: el color (en especial el rojo) es usado pictóricamente como objetivación de la angustia de su protagonista, tiñendo calzadas y murallas en medio de un paisaje industrial de bidones, chimeneas y humos tóxicos que emanan de las fábricas en la ciudad de Rávena, contemplada simbólicamente como un desierto físico y moral. Fue premiado con el León de Oro en el Festival de Venecia.
Luego de filmar a la princesa iraní Soraya en el primero de los tres episodios de Tres perfiles de mujer (1965), internacionalizó su carrera realizando tres largometrajes para el productor Carlo Ponti rodados fuera de Italia, en inglés y con actores extranjeros. El primero fue Blow up (1966), un thriller de intriga basado en un relato de Julio Cortázar, con Vanessa Redgrave, David Hemmings y Sarah Miles en los papeles principales. Ambientada en el swinging London, sigue la peripecia de un fotógrafo de moda que, tras realizar unas tomas en un parque londinense, descubre al revelarlas una forma irreconocible que resulta ser un cadáver entre los setos. Como de costumbre, a Antonioni no le interesa construir una intriga convencional y apuesta por sorprender al espectador con dos modelos de estructura: la acción que se desarrolla en la calle y la que surge en el laboratorio, en la cual emerge con fuerza la esencia misma del relato. Las marcadas elipsis de la narración y la ambigua importancia de hechos que quedan fuera de cuadro dan paso a una consideración, casi filosófica, sobre la realidad y la apariencia. La película acaba no dando explicaciones sobre el supuesto asesinato. Con todo, fue de largo su mayor éxito comercial, fascinó a la crítica y hoy se la considera el thriller más intelectual de la historia del cine. Presentada en el Festival de Cannes, ganó allí la Palma de Oro; posteriormente Antonioni fue nominado al Oscar por su dirección y por su guión adaptado. En Zabriskie point (1970) contó con los desconocidos Mark Frechette y Daria Halprin para realizar la única película política de su carrera, introduciendo su cámara en las discusiones universitarias en torno al posible advenimiento de la revolución en los Estados Unidos y lo hizo llevando consigo su nihilismo, su desesperación y su desencanto. La película resultó un fracaso descomunal de crítica y público, aunque hoy ha alcanzado un estatus de culto como exponente de la contracultura de su época. Mejor acogida recibió El reportero (1975), thriller protagonizado por Jack Nicholson y Maria Schneider centrado en las consecuencias de cambiar la identidad con otra persona, una fantasía que nunca se ha tratado de forma tan sombría y reflexiva. Por su dirección Antonioni recibió un Nastro d'Argento y un David di Donatello.
El misterio de Oberwald (1980) supuso su reencuentro profesional con Monica Vitti, de quien más de una década antes se había distanciado sentimentalmente. A partir del libro "El águila de dos cabezas" de Jean Cocteau, que como él mismo afirmó, no tenía nada que ver con su estilo característico, fue rodada en vídeo, y pasada luego a película cinematográfica; el director pudo en ella experimentar con el tratamiento electrónico del color. Con Identificación de una mujer (1982), drama otoñal sobre el mundo del cine con reparto encabezado por Tomas Milian, volvió a los cánones de su reconocida trilogía italiana, pero sin lograr repetir el éxito de aquellos filmes.
A finales de 1985 un ictus le dejó casi completamente sin habla y sin poder mover la mitad derecha de su cuerpo, pero ello no impidió que se siguiera comunicando con los que le rodeaban, bien por signos, dibujos, o mediante el lenguaje corporal. Un año después desposó a Enrica Fico, su compañera sentimental desde catorce años atrás.
En 1995 fue reconocido por la Academia de Hollywood con un Oscar honorífico. En el Festival de Venecia de ese año se estrenó Más allá de las nubes (1995), película con reparto multiestelar formada por cuatro cortometrajes, en la que contó con la colaboración del director alemán Wim Wenders, gran admirador de su obra. Ambos cineastas fueron galardonados con el premio FIPRESCI. De nuevo en Venecia se cierra su carrera con uno de los tres episodios (los otros dos fueron dirigidos por Steven Soderbergh y Wong Kar-Wai) de Eros (2004).
En 1992 fue nombrado Caballero de la Orden al Mérito de la República Italiana y en 1997 recibió la Medalla de la Cultura y el Arte, concedida por el gobierno italiano. En sus últimos años se dedicó a la pintura.
Michelangelo Antonioni falleció a los 94 años, el mismo día que otro gran cineasta a quien admiraba, Ingmar Bergman.

 

1 comentario:

  1. Sorprendente!! Qué profundidad y rigor en la explicación del estilo de Antonioni!! Otra clase magistral!!

    ResponderEliminar