viernes, 27 de julio de 2018

Charles Vidor (Budapest, Imperio Austrohúngaro, 27-7-1900 / Viena, Austria, 4-6-1959): In memoriam

LA AZAROSA TRAYECTORIA DEL ARTÍFICE DE "GILDA"

Hoy es aniversario natal del director cinematográfico húngaro Charles Vidor. Emigrado de joven a los Estados Unidos, comenzó su carrera en Hollywood en los comienzos del cine sonoro, donde no consiguió destacar hasta pasados diez oscuros años. Aplicado artesano de irregular rendimiento, durante otros diez trabajó para los estudios Columbia, en los que, mediada la década de los 40, realizó varias de su mejores películas, por encima de todas la mítica y sorprendente Gilda (1946). Sus ásperos enfrentamientos con Harry Cohn, presidente de la compañía, condujeron a que Vidor dejase Columbia para proseguir una filmografía con altibajos en otros estudios. Aunque dirigió títulos de diversos géneros, su especialidad fueron los dramas biográficos novelados.
Nacido Károly Vidor en el seno de una familia judía de clase media, sirvió en el ejército imperial de infantería durante la I Guerra Mundial. La derrota y posterior armisticio acabaron desmantelando el Imperio Austrohúngaro y Vidor regresó herido a Budapest para estudiar ingeniería en la Universidad, desplazándose pronto a Berlín para continuar su aprendizaje. En la capital alemana tomó contacto con el mundo del cine trabajando para la famosa compañía UFA como montador y ayudante de dirección. En 1924 emigró a los Estados Unidos y durante varios años se ganó la vida en Nueva York como cantante de coro en Broadway. Tiempo después viajó a Hollywood, donde comenzó como ayudante del director británico Alexander Korda. Financiado con dinero de su propio bolsillo, realizó "The bridge" (1929) un corto que dio lugar a que los ejecutivos de los estudios Universal le contratasen en el departamento de montaje. Aún debió esperar para emprender tareas de dirección, lo que hizo finalmente en La máscara de Fu Manchú (1932), producción de terror de Metro-Goldwyn-Mayer codirigida por  Charles Brabin y protagonizada por Boris Karloff en la que el nombre de Vidor no fue acreditado (al parecer fue despedido en mitad del rodaje). 
Ya en solitario dirigió varias películas modestas en diversos estudios: Dama de cabaret (1933), un drama de bajo presupuesto con Arline Judge y Preston Foster, Doble puerta (1934), drama de terror con Evelyn Venable, Mary Morris, Anne Revere y Kent Taylor, Desconocidos (1935), drama con May Robson y Preston Foster, El valiente de Arizona (1935), western con Richard Dix, Margot Grahame, Preston Foster y Louis Calhern, Arbol genealógico (1935), comedia con James Barton y Margaret Callahan, ¿Quién la raptó? (1936), drama detectivesco con  Preston Foster y Margaret Callahan, El gran Gambini (1937), film de intriga con Akim Tamiroff y Marian Marsh, u otros títulos hoy olvidados.
Su suerte comenzó a cambiar cuando fue contratado por los estudios Columbia, donde continuó dirigiendo producciones de modesto presupuesto pero que recibieron mejor acogida, así Rejas humanas (1939), drama con Chester Morris, Ralph Bellamy y Ann Dvorak, una de las primeras intrusiones del psicoanálisis en el cine criminal, o Tras los muros siniestros (1939), drama carcelario con Walter Connolly, Onslow Stevens y Paul Fix. Con ¡Mi hijo, mi hijo! (1940), drama con Madeleine Carroll, Brian Aherne y Louis Hayward, cumplió un compromiso previo con una productora independiente. Después, hasta 1948, continuó dirigiendo en Columbia sus siguientes títulos salvo en alguna ocasión que fue prestado a otros estudios. La comedia dramática La dama en cuestión (1940) fue la primera de las cuatro películas en que dirigiría a Rita Hayworth, quien a la sazón aún no había alcanzado el estrellato, siendo precedida en el reparto por Brian Aherne y seguida por un joven y prometedor Glenn Ford. Después realizó El misterio de Fiske Manor (1941), claustrofóbico melodrama gótico victoriano con Ida Lupino y Louis Hayward, New York es así (1941), comedia Paramount con Fred MacMurray, Mary Martin y Robert Preston, Se acabó la gasolina (1942), comedia de aventuras RKO con Charles Laughton y Jon Hall, o Los desesperados (1943), western con Randolph Scott, Glenn Ford y Claire Trevor.
Por fin se le encomendó la dirección de una producción de superior categoría: Las modelos (1944), el primer musical en Technicolor del estudio, que confirmó el estrellato de sus protagonistas, Rita Hayworth y Gene Kelly, con canciones de Jerome Kern y Ira Gershwin y vistosos numeros musicales en cuyas coreografías colaboraron Gene Kelly y Stanley Donen, prestados por M.G.M., elementos todos que contribuyeron al gran éxito del film y a las cinco nominaciones al Oscar que obtuvo. Vidor, ahora considerado rentable, pasó a primera fila entre los directores de Columbia y filmó a continuación: Otra vez juntos (1944), comedia romántica con Irene Dunne, Charles Boyer y Charles Coburn, Canción inolvidable (1945), drama biográfico (con muchas licencias) sobre el gran músico polaco Frédéric Chopin, encarnado por Cornel Wide, con Merle Oberon como su amante George Sand y Paul Muni como su maestro Józef Elsner que fue candidato a seis premios de la Academia, y Locamente enamorada (1945), comedia basada en una obra teatral de Ruth Gordon, con Irene Dunne, Alexander Knox y Charles Coburn
La obra maestra de Charles Vidor, es sin duda Gilda (1946), oscuro y exótico melodrama (con elementos de otros géneros como el noir) de enrevesada trama, donde el triángulo formado por Rita Hayworth, Glenn Ford y George Macready introduce al espectador en una densa, turbia y electrizante atmósfera de pasiones encontradas y obsesivas en el marco abstracto de un casino en Buenos Aires, creando un subyugante universo erótico, repleto de ambigüedades, donde no existe placer sin tragedia. Este es su planteamiento argumental: Johnny Farrell, un aventurero que vive de hacer trampas en el juego, recala en Buenos Aires. Allí lo saca de un apuro Ballin Mundson, un extraño dandy que siempre lleva un bastón de paseo con florete oculto y es propietario de un lujoso casino, donde acaba haciendo de Farrell su matón y hombre de confianza. Un día, Mundson le presenta a su esposa Gilda. Su sorpresa no tiene límites: fue ella precisamente quien lo convirtió en lo que es: un ser cínico y amargado. El film construye un enigmático juego de máscaras, cargando las tintas en las delirantes pulsiones de sus personajes: Farrell se siente más comprometido en la lealtad a su jefe que en su atracción por la propia Gilda, quien despreciada, humillada y reducida a mujer objeto, no consigue seducir al hombre que ama pese a sus argucias femeninas. Hayworth, en el apogeo de su belleza, redondeó a la perfección en este film el prototipo de femme fatale y su actuación es impactante desde que su primer plano aparece en pantalla echando atrás su exuberante cabellera pelirroja. Especialmente memorables son las secuencias en que, vestida por Jean Louis, interpreta sensualmernte (con su voz doblada por Anita Ellis) las famosas canciones "Amado mío" (con traje blanco de dos piezas con recamados dorados) y, sobre todo, "Put the blame on Mame" (embutida en un ajustado vestido de satén negro con escote 'palabra de honor' y guantes largos a juego). Más sexy y provocativa que nunca en esta última, es mítico el momento en que se despoja de un guante como si se estuviera quitando una media, sugiriendo un tórrido strip-tease. Cuando, finalizada su actuación, arroja el segundo guante a un espectador, la tensión se desborda y el climax dramático llega el paroxismo. Asímismo legendarias son las bofetadas que Johnny y Gilda se propinan mutuamente. La cuidada puesta en escena, que desafiaba los hábitos sexuales de su época con sus trasfondos de sadomasoquismo y homosexualidad, sublimaba los convencionalismos del melodrama y trascendía los tópicos del género negro (diálogos acerados, súbitos estallidos de violencia, traición en acecho latente, sombras amenazadoras), apoyada en la magnífica fotografía contrastada de Rudolph Maté, convirtió este film en una joya irrepetible y a Hayworth en la estrella de mayor sex-appeal de Hollywood y la más popular de su tiempo. No justamente valorado en su día cuando concurrió al primer Festival de Cannes, el tiempo hizo de este sugestivo y osado drama pasional un icónico clásico de la historia del cine.
A pesar de su éxito arrollador, Gilda supuso el principio del fin de la actividad de Vidor en Columbia. Sus siempre tensas  relaciones con Harry Cohn, presidente y director del estudio, conocido por su carácter irascible, abusivo, despótico y vindicativo, llegaron a un punto límite de desencuentro. Vidor, que quería liberarse de su contrato con Columbia y firmar con Warner Brothers, un estudio más prestigioso (con una circunstancia añadida: recientemente se había casado con la hija de su presidente), demandó a Cohn, arguyendo ante el juez que aquel le había explotado, gritado e insultado, por lo que reclamó 78.000 dólares en perjuicios. Cohn, que contó con testigos a su favor (asalariados suyos), ganó el juicio y Vidor se vio forzado a seguir trabajando para él. Aunque Cohn no estaba dispuesto a dejar marchar a Vidor, sin embargo, en varios proyectos lo hizo reemplazar por otros directores. Finalmente realizó Los amores de Carmen (1948), que volvió a reunir a Rita Hayworth y Glenn Ford en una costosa pero trivial adaptación de la novela de Merimée, mucho menos exitosa que Gilda y poco apreciada por la crítica. Cuando en 1949 Vidor se negó a seguir trabajando para Columbia, esta vez fue el estudio quien lo demandó a él. Vidor no contempló otra opción que comprar su propio contrato por 75.000 dólares, a razón de 15.000 al año durante los cinco siguientes. Louis B. Mayer, entonces presidente de Metro-Goldwyn-Mayer, había actuado como intermediario "por el bien de la industria".
Consecuentemente Vidor firmó contrato con M.G.M. y, después de tres años en dique seco, fue uno de los directores del film de episodios Un gran país (1951). Sus dos siguientes trabajos los realizó para otras compañías, Paramount y Samuel Goldwyn respectivamente: Tempestad en Oriente (1952), drama ambientado en la reciente independencia de la India. con Alan Ladd, Deborah Kerr, Charles Boyer y Corinne Calvet, y El fabuloso Andersen (1952), musical biográfico sobre el célebre autor de cuentos danés, con Danny Kaye, Farley Granger y Zizi Jeanmaire. Sus siguientes títulos para el estudio del león fueron Rapsodia (1954), drama con Elizabeth Taylor, Vittorio Gassman, John Ericson y Louis Calhern, Quiéreme o déjame (1955), musical dramático basado en la vida de la cantante Ruth Etting y en su tormentoso matrimonio con un gangster, personajes magníficamente interpretados por Doris Day y James Cagney, un film candidato al Oscar en seis apartados y, después de Gilda, su mejor y más exitoso trabajo, y El cisne (1956), agradable comedia romántica de época y ambientes lujosos con Grace Kelly, Alec Guinness y Louis Jourdan.
Después Vidor se independizó y dirigió sus últimas tres películas para estudios diferentes: La máscara del dolor (1957), drama musical sobre el alcohólico cómico de nightclubs Joe E. Lewis, con Frank Sinatra, Mitzi Gaynor, Jeanne Crain y Eddie Albert, Adiós a las armas (1957), comercial pero largo y aburrido remake en color del muy superior drama que, basado en la novela de Hemingway, había dirigido Frank Borzage en 1932 y donde los papeles intepretados por Gary Cooper, Helen Hayes y Adolphe Menjou eran ahora confiados a Rock Hudson, Jennifer Jones y Vittorio De Sica, y, curiosamente, su último trabajo para Columbia (Cohn había muerto a comienzos de 1958), que recordando el éxito de Canción inolvidable, le asignó la dirección de Sueño de amor (1960), drama biográfico sobre el compositor húngaro Franz Liszt que protagonizaron Dirk Bogarde, Capucine y Geneviève Page. En pleno rodaje, un ataque cardiaco acabó con la vida de su director a los 58 años de edad y se encargó a George Cukor la finalización del film, que se estrenaría postumamente.
Charles Vidor se casó en cuatro ocasiones y se divorció tres, siendo sus esposas: Frances Varone (1925-1932); la actriz Karen Morley (1932-1943), con la que tuvo un hijo; la actriz Evelyn Keyes (1944-1945); y Doris Warner, hija de Harry Warner, presidente de Warner Bros, con quien en 1945 contrajo matrimonio, tuvo dos hijos y que sería su viuda.


1 comentario:

  1. Esta reseña es fascinante!!! Complementa fantásticamente la fama de Gilda con los hechos biográficos de su director. No tiene desperdicio!!

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