jueves, 21 de diciembre de 2017

Heinrich Böll (Colonia, Imperio Alemán, 21-12-1917 / Langenbroich, República Federal de Alemania, 16-7-1985): In memoriam

LA VOZ QUE SALIÓ  DE LOS ESCOMBROS

Hoy se conmemora el centenario natal del escritor alemán Heinrich Böll, figura emblemática de la literatura alemana de posguerra y uno de los autores europeos más influyentes de la segunda mitad del siglo XX. Su obra, de corte realista, sentido espiritual y estilo directo y sincero, establece una visión irónica y crítica sobre la sociedad germana de la posguerra denunciando temas como el materialismo, el abuso periodístico o el excesivo militarismo, y analizando el vacío oculto bajo la recuperación económica del llamado milagro alemán. Pese a sus convicciones católicas, criticó las instituciones eclesiásticas, en una defensa de las minorías y de los valores humanos. Hombre sencillo, bondadoso, compasivo y generoso, concebía la labor del escritor como una forma de responsabilidad civil, a menudo a costa de su dedicación a la tarea propiamente literaria. Profundo humanista y convencido pacifista, su inconformismo y honradez le hicieron adherirse a múltiples causas políticas y sociales encaminadas a mejorar el mundo, aunque detestaba que lo considerasen la conciencia moral de Alemania. Tampoco le complacía que le considerasen un escritor 'cristiano' y terminaría renegando de la Iglesia, con la que se enfrentó en repetidas ocasiones, pero no de la fe, de la cual nacía su profundo compromiso de afecto y solidaridad con sus semejantes. Traducido a más de treinta idiomas, en 1972 fue reconocido con el premio Nobel de Literatura y en 1984 nombrado Comandante de la Orden de las Artes y las Letras por el Ministro de Cultura francés Jack Lang.
Hijo de un carpintero, Heinrich Böll nació en el seno de una familia católica que en su día se opondría al nazismo. Él mismo rehusó, al contrario que su hermano, formar parte de las juventudes hitlerianas. Después de terminar sus estudios secundarios trabajó como vendedor de libros en 1937. El empleo le duró un año, pues lo dejó para marchar a un campo militar de trabajo. Después, en el verano de 1939, fue reclutado para combatir en el ejército alemán durante toda la Segunda Guerra Mundial, sirviendo en Francia, Rumanía, Hungría y la Unión Soviética. Durante un permiso, en 1942, se casó con Annemarie Cech, futura colaboradora y traductora al inglés de sus obras, con la que tendría cuatro hijos y de quien nunca se separó. Herido en cuatro ocasiones en el frente, también contrajo fiebres tifoideas antes de ser capturado por tropas estadounidenses en abril de 1945, permaneciendo en varios campos de prisioneros en Francia y Bélgica. Durante ese tiempo murió su primer hijo.
Liberado cuando acabó el conflicto bélico, volvió a Colonia y estudió lengua y literatura alemanas durante un breve periodo en la Universidad de su ciudad natal. Al tiempo que trabajaba en una ebanistería, dio inicio a su actividad literaria y en 1947 empezó a publicar en prensa y a escribir dramas radiofónicos. La escritura de Böll está marcada primero por su experiencia como soldado y, después, por la reconstrucción de Alemania enmarcada en el enfrentamiento Este-Oeste y el predominio conservador.
A una primera etapa creativa, en la que desarrolló una "literatura de guerra, ruinas y retorno a la patria", según declaraciones propias, se adscriben una serie de relatos y novelas breves que evocan la atroz experiencia del conflicto bélico, las penurias de la posguerra inmediata y el sentimiento de culpa del pueblo alemán. Su pimera novela, El tren llegó puntual (1949), donde emplea técnicas propias de la narrativa norteamericana, se enfrenta ya con el absurdo de la guerra, y supuso su primer reconocimiento como autor. Desde comienzos de los años 50 se dedicó a escribir y traducir y pasó largas temporadas en Irlanda. Obras posteriores como ¿Adónde fuiste, Adán? (1951), Y no dijo una palabra (1953) o Casa sin amo (1954) se  caracterizan por un alto grado de veracidad testimonial.  La crítica que ejercía Böll era en torno al fanatismo de los alemanes: por la religión católica, por el trabajo, por borrar los pecados nazistas, por copiar los modelos de vida estadounidenses y hasta por los muertos que ya no podían regresar a la tierra. El Diario irlandés (1957) relata un viaje de Böll a Irlanda, y ésta aparece como un lugar idílico, alejado del consumismo que, para el autor, devora a la población de su país. En Billar a las nueve y media (1960), otro de sus títulos más significativos de aquellos años, intenta simbolizar, a través de la historia de una familia renana durante tres generaciones, el destino histórico de Alemania en la primera mitad del siglo XX.
A partir de los años 60 parece iniciar una nueva etapa caracterizada por un mayor compromiso con lo que él llamó "estética de lo humano", a favor de la libertad individual y contra cualquier forma de imposición manipulada por una sociedad competitiva y alienante. El tono humorístico-grotesco presente ya en el volumen de relatos Los silencios del Dr. Murke y otras sátiras (1958), gana terreno y virulencia en una de las novelas más populares de Heinrich Böll: Opiniones de un payaso (1963), cuyo protagonista, hijo de un magnate renano, acaba integrándose en la galería de personajes marginales, rechazados e incomprendidos que pueblan buena parte de su narrativa. Su protagonista es un payaso que ha cometido la peor acción que un cómico puede llevar a cabo: provocar compasión, cuando su mujer le abandona, y ésto precipita el fin de su carrera y la ruina económica.
Tras ella aparecieron dos grandes títulos novelescos de su período de madurez: Retrato de grupo con señora (1971), donde el candor y la ingenuidad individuales se enfrentan al convencionalismo hipócrita del entorno social, y El honor perdido de Katharina Blum (1974), lúcido alegato contra el clima de violencia antidemocrática imperante a la sazón en Alemania y contra los abusos e intrigas de la prensa sensacionalista, formulado por un Böll que se atrevió a publicar Ulrike Meinhof: Un artículo y sus consecuencias (1975), en defensa de la joven integrante de la banda terrorista Baader-Meinhof, y no vaciló en brindar hospitalidad a Alexander Solzhenitzin tras su expulsión de la Unión Soviética. En torno al tema del terrorismo y la inseguridad ciudadana se articula asímismo Asedio preventivo (1979), novela a la que siguieron El legado (1982), La herida (1983) y, póstumamente, Mujeres ante un paisaje fluvial (1985). De su vasta producción crítica y ensayística dan testimonio numerosos títulos, entre los que cabe destacar Artículos, críticas y otros escritos (1967) y Más allá de la literatura, ensayos políticos y literarios (1979). En 1972 fue galardonado con el premio Nobel de Literatura, cuya concesión, además de consagrarlo como escritor a escala mundial, le confirió una especie de autoridad intelectual que él puso al servicio de distintas causas sociales.
Böll expresó en su obra narrativa el desasosiego que le producía una sociedad marcada por la incomprensión y fanatizada por el peso de las ideologías y los presupuestos morales. Frente a ella, se yerguen los protagonistas de sus novelas: seres siempre desvalidos, a quienes esa sociedad aplasta de una manera tan cruel como arbitraria en nombre de principios abstractos que se convierten en algo inhumano y carente de sentido. La aplicación de estos principios constituye para ellos una singular versión del destino que aciertan a percibir, pero no a comprender.
Las doctrinas políticas, la religión oficializada, la opinión pública, las reglas externas de moralidad, se transforman en manos de la masa en armas que destruyen a las criaturas sencillas. Böll aboga por la solidaridad entre los seres humanos, por la autenticidad de las relaciones más allá de toda norma positiva. Así entiende él la religión católica que profesa, cosa que no le impide criticar lo que de excluyente puedan tener determinadas actitudes de los católicos. Pero la denuncia que plantea alcanza también a toda una sociedad cómplice del nazismo que se oculta vergonzosamente tras aparatosas manifestaciones de civismo: Un mundo obsesionado por el poder, la eficacia o el dinero, que olvida los aspectos verdaderamente esenciales del ser humano.
Heinrich Böll falleció a los 67 años tras una operación vascular. Su entierro fue multitudinario, con una nutrida representación de políticos. Los Verdes, a los que se acercó en el tramo final de su vida, se acordaron tiempo después de él y pusieron el nombre del escritor a su fundación. Autor habitualmente incómodo para las instancias oficiales, una tenue niebla de olvido envuelve hoy día su figura. Es rara en Alemania la mención de sus obras en el debate de las ideas, no obstante existir un Archivo Heinrich Böll consagrado a preservar su memoria.

    

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