SINGULAR, CONTRADICTORIO, INTENSO, ATORMENTADO, BRILLANTE Y EGÓLATRA
Hoy se cumplen cuarenta y siete años de la muerte por suicidio ritual del escritor japonés Yukio Mishima. Novelista, dramaturgo, ensayista, poeta y crítico, se le considera una de las figuras más significativas de la literatura nipona del siglo XX. Renovador y prolífico, amado y odiado, en sus 45 años de vida fue autor de nada menos que 257 obras, incluidas novelas, relatos, obras de teatro y una película. Su obra más significativa combina estilos modernos literarios con
elementos tradicionales japoneses, donde la sexualidad y moralidad son
temas constantes. Imaginativo y sensual, las tramas de sus novelas revelan un profundo análisis psicológico de sus personajes y cierta dosis de humor. Su temática audaz y descarnada, atenta a los aspectos más oscuros de las
pasiones humanas, contrasta con la delicadeza y contención de su
estilo. Hasta tres veces su nombre fue propuesto para el premio Nobel, pero, a pesar de su fama, fue su compatriota Yasunari Kawabata quien lo recibió en 1968 (el galardonado argumentó que Mishima lo merecía más que él). En las academias, tanto japonesa como anglo-americana, hoy, Mishima no tiene virtualmente voz, ya que sus opiniones no son 'políticamente correctas'. Sin embargo, las obras de Mishima siguen siendo leídas ampliamente tanto en Japón como en el resto del mundo. Traducido a buen número de lenguas, Mishima es el autor que más ha hecho por introducir la literatura de su país en Ocidente.
Nacido
Kimitake Hiraoka en el seno de una familia burguesa (su padre era funcionario de un ministerio estatal) el futuro escritor se vanagloriaba de pertenecer por sus antepasados a la estirpe
de los samuráis. Criado por su abuela, realizó los estudios en
Gakushüim, la escuela por tradición reservada a la nobleza. Escribió su
primer cuento a los trece años y a los dieciséis su primer libro de
relatos, que coincidió con su ingreso en la Facultad de Derecho. Aconsejado por un profesor, eligió el pseudónimo literario de Yukio Mishima para proteger a su preeminente familia (su padre se oponía rotundamente a su vocación literaria). Su primer trabajo extenso, El bosque en flor, fue publicado en 1941. Durante
la Segunda Guerra Mundial trabajó en una fábrica aeronáutica, tras ser
desestimado como piloto suicida por presentar aparentes síntomas de tuberculosis. Sobrevivir a una guerra en la que
habían muerto tantos compatriotas se convirtió para él en un trauma
lacerante e imborrable. En 1947, ya graduado en la Universidad, obtuvo un empleo como funcionario en el Ministerio de Finanzas japonés. De constitución frágil, ese trabajo le fatigaba y un año después lo abandonó para dedicarse por entero a la actividad literaria.
Mishima recibió el influjo del romanticismo
japonés, que poniendo énfasis en la unidad del Japón y de sus valores
culturales, servía de base de apoyo a la ideología nacionalista y
dominó el mundo literario de los años de la guerra. Sin embargo,
también la literatura occidental moderna fue para Mishima objeto de
destacado interés y de atenta lectura. Después de un buen número de relatos publicó las novelas Ladrones (1948) y Confesiones de una máscara (1949), obra clave de carácter autobiográfico y raíces nietzscheanas que cosechó un inmediato éxito y que supuso su consagración en el mundo literario cuando contaba con sólo veinticuatro años. Aunque en general se acogió la novela con un juicio favorable, algunos
críticos mostraron perplejidad y reservas frente a la particularidad del
tema (la confesión por parte de Kochan, el joven protagonista, de su homosexualidad), que
ciertamente representaba una novedad en la literatura japonesa. La narración formula un itinerario interior del protagonista a través de los recuerdos de la
primera infancia hasta las fantasías de la adolescencia, del lento y
aceptado proceso de toma de conciencia de su diferencia y de la
incapacidad, experimentada hasta el límite, de amar al sexo opuesto. Otras novelas posteriores fueron Sed de amor (1950), una muestra del interés de Mishima por crear personajes inestables, que parecen bordear la locura, Los años verdes (1950, historia de tinte autobiográfico cuyo joven protagonista se embarca en una espiral autodestructiva presidida por una morbosa obsesión por el dinero y la fascinación por la muerte, El color prohibido (1951-1953), díptico que describe con sinceridad, audacia y el lirismo que caracteriza toda su
obra, el universo homosexual del Tokyo de la posguerra, o El rumor del oleaje (1954), que, inspirada en la leyenda de Daphnis y Chloe, narra el nacimiento y consumación del idilio entre dos adolescentes situados en un mundo arcádico, primitivo y elemental, ubicado en una diminuta isla japonesa. Su obra de mayor éxito en los años 50 fue El pabellón de oro (1956). Se trata del retrato de un joven monje fascinado y al mismo tiempo oprimido por la belleza de un famoso templo budista. Una novela en la que, como en parte de su obra, el elemento principal
es la belleza y su destrucción, la vida y la muerte, eros y tanatos;
nihilismo y aceptar lo irremediable, reflejo de aquel Japón, ante la mirada de Mishima, decadente y humillado tras la guerra.
En Después del banquete (1960), que gira en torno al amor y la ambición, brinda una nueva muestra de su penetrante visión de las relaciones humanas. La escuela de la carne (1963), novela de pasiones, traiciones y búsquedas del reconocimiento social, confronta la sociedad moderna japonesa con las viejas tradiciones. El marino que perdió la gracia del mar (1963),
historia de una traición ignorada y de una idealización frustrada,
utiliza con extraordinaria habilidad los silencios y las elipsis para
dotar al relato de un ritmo característico. Música (1965) despliega una sugerente e interesante trama en la que se ponen en
juego los complicados resortes que esconde y utiliza el alma humana en
su búsqueda desesperada de la plenitud tanto del amor físico como del
amor absoluto. Vestidos de noche (1967) es una inteligente y
aguda sátira de la hipocresía de la alta sociedad japonesa, fascinada
por los modos de vida occidentales pero en la que aún pesan la sobriedad, la rigidez y la estricta jerarquía familiar y social del Japón tradicional. Con la que se considera su obra maestra, El mar de la fertilidad, tetralogía final que incluye las novelas: Nieve de primavera (1965-1967), Caballos desbocados (1969), El templo del alba (1970) y La corrupción de un ángel (1971, póstuma), el arte literario del mítico escritor japonés culmina con prodigiosa fuerza su visión inspirada e ideológicamente crítica de una auténtica epopeya nacional. Con la acción transcurriendo entre 1912 y 1975, cada una de estas novelas corresponde a una reencarnación distinta del mismo ser: un joven aristócrata, un nacionalista y violento extremista, una indolente princesa y un huérfano manipulador y sádico. El tema central en esta singular obra es el reproche a la sociedad nipona por la pérdida de los valores de antaño. A Mishima le preocupaba la creciente occidentalización de su país y
analizaba la transformación del Japón desde una perspectiva pesimista, pues creía que esta metamorfosis resultaría estéril en el futuro de un país dueño de
tantas y tan sabias tradiciones. Sus héroes son jóvenes rebeldes
aspirantes a una pureza utópica. El autor recrea los rituales de la vida
y de la muerte, de la transmigración y la purificación del alma, tan
presentes en la tradición japonesa. Obra personal de notable belleza literaria, sin precedentes en la
literatura moderna de Japón, contiene e invoca el sentido que para
Mishima guardaba el honor y el respeto a las esencias pasadas de su país. Su compromiso
con la literatura y la cultura lo llevaba a rebelarse contra una
sociedad sumida en el vacío espiritual y la decadencia moral.
Entre su abundante producción ensayística destaca El sol y el acero (1968), que expresa muchas de las contradictorias y sutiles líneas de fuerza que configuran el complejo y singular pensamiento del escritor o cuando menos del personaje que quiso llegar a ser. El culto del cuerpo
como trasunto y complemento del culto del espíritu, la dolorosa
contradicción entre palabra y acción, la delgada, casi imperceptible
frontera entre vida y muerte -realidades opuestas pero que a la vez se
funden y complementan-, son sólo algunos de los motivos que articulan este texto de base autobiográfica. Mishima también fue autor de piezas teatrales contemporáneas como Madame de Sade (1965) o Mi amigo Hitler (1968), así como obras para el teatro kabuki y versiones modernas de dramas nō tradicionales. También apareció en varias películas y dirigió e interpretó el cortometraje silente "Patriotismo" (1966).
Desde 1955, la obsesión por la decadencia física y una concepción esteticista y masoquista del heroísmo le impulsaron a comenzar la práctica del culturismo, entrenando con pesas a fin de transformar su
cuerpo, delgado y de constitución débil, en el de un hombre fuerte y musculoso.
A partir de entonces siguió rigurosos regímenes de ejercicios semanales, que mantuvo
hasta el final de sus días. También fue un ágil practicante de disciplinas de
artes marciales como el kendo, el arte japonés de la esgrima. Personaje público y controvertido, su vida se haría crecientemente notoria por las actitudes retóricas y las posturas extremas. Llegaría a ser un maestro de la
representación: actor, espadachín ritual, modelo de
fotografías de simbología inquietante, adalid de una misoginia
espartana.
Tras
viajar por Europa y el continente americano, Mishima, que era
bisexual, contrajo matrimonio en 1958 con Yoko Sugiyama. Tuvieron
dos hijos, una niña llamada Noriko (nacido en 1959) y un niño de nombre
Ichiro (1962). Sin embargo, Mishima frecuentaba bares gay. Mucha
gente, incluída su esposa, trataban de ignorar su inclinación
homoerótica, lo que previno que muchos de sus amantes se atrevieran a
tomar iniciativa.
Incluso años después de su muerte, los hijos harían esfuerzos conjuntos
para impedir que se hiciera pública la sexualidad de Mishima, demandando a
quienes afirmaban ser testigos de dichas relaciones.
En los años 60 la figura de Mishima era vista siguiendo las dos
distintas pero inseparables facetas de su personalidad. El Mishima
hombre de acción encontró su soporte teórico en la idea de que la verdad
puede ser alcanzada sólo a través de un proceso intuitivo en el que
pensamiento y acción no son dos modalidades distintas. Encontró la
ejemplificación de ello y la suma de los más auténticos valores nipones en la ética de los samuráis. En consecuencia, se hizo portavoz de la necesidad de restaurar los valores de la cultura prebélica de su país. Conocido por su apoyo político a la remilitarización de Japón, fue miembro de las Fuerzas Terrestres de Autodefensa
y pasó por varios procesos de entrenamiento en 1967. En 1968
utilizó su reputación y su entrenamiento marcial para fundar el Tatenokai (Sociedad del Escudo), una milicia privada formada por jóvenes estudiantes
patriotas volcados en el estudio de artes marciales y disciplinas
físicas.
Su organización paramilitar juró lealtad a la noción abstracta de "las
voces de la muerte heroica" y apoyaba el nacionalismo japonés y el
retorno de Hirohito a su estatus divino de Emperador, necesario como símbolo del absoluto. Mishima, que albergaba fuertes sentimientos militaristas y era incapaz de aceptar la contemporización con Estados Unidos, se mostró descorazonado por la actitud pasiva de otros
intelectuales ante la pérdida de los valores y las señas de identidad de
su país, a los que denominó como "el mayor enemigo dentro de la
nación", tildándolos de cobardes, desarraigados, deshonestos y, entre
otros calificativos, presuntuosos.
Yukio Mishima estuvo obsesionado durante su existencia con la idea
del suicidio, especialmente durante los últimos años de su vida. Movido por el espíritu de protesta y por la voluntad de cambiar la
situación política de su país, la mañana del 25 de noviembre de 1970 acudió junto a
cuatro miembros de la Sociedad del Escudo al cuartel general del
Comando Oriental de las Fuerzas de Autodefensa de Japón en Tokio. Allí
se encerraron con barricadas y apresaron, ataron y amordazaron al comandante. Desde la terraza del despacho, uniformado y con la banda de los samuráis en la frente, Mishima lanzó una arenga a los
soldados para dar un golpe de estado con el propósito de conseguir el rearme de Japón y devolver la Institución Imperial a su
legítimo lugar; también recriminó al pueblo japonés por dejarse embaucar por la sociedad de consumo
olvidando las antiguas tradiciones, que conforman el núcleo de su
identidad como individuos y como pueblo. Mishima, previsor, había alertado a los medios de comunicación de su 'acto de honor'. Tal y como él mismo esperaba, su discurso fue recibido con silbidos y abucheos por la tropa. Los nipones no daban crédito a los acontecimientos. Mishima era un personaje admirado y, pese a su bien merecida fama como escritor, fue tachado de exhibicionista, mitómano, narcisista, megalómano, fascista, homosexual, masoquista…
El final de Yukio Mishima, al enfrentarse a la derrota, fue terrible. Optó por el ritual del seppuku, perteneciente al bushidō (el código ético de los samuráis) para suicidarse. El seppuku consiste en clavarse un puñal en el vientre de izquierda a derecha para ser posteriormente decapitado por un asistente y así acortar una agonía larga y dolorosa. La muerte de Yukio Mishima, un suicidio ritual al grito de "Larga vida al emperador", se pareció más a una carnicería que a otra
cosa. El compañero asignado para realizar la decapitación, Masakatsu
Morita, no fue capaz de hacerlo tras varios intentos fallidos, siendo
Hiroyasu Koga el encargado de acabar con el trabajo. Sus compatriotas, incapaces de asimilar su sacrificio, apelaban a su pérdida de cordura. Pero Mishima había decidido su muerte años atrás y llevaba muchos meses planeándola cuidadosamente y en silencio. Hay expertos que dicen que en realidad el intento de golpe fue una excusa para ejecutar su mortífero ritual.
Una semana antes de su suicidio, Mishima había organizado en el museo más grande de Tokio una exposición con toda su vida, desde sus inicios hasta el final.
Estaban sus libros, prendas representativas, videos y muchas cosas más,
pero hacia la parte final estaba él: vestido de samurái, con el torso
desnudo y cargando una katana (espada japonesa): el personaje hacía la simulación de suicidarse. La misma mañana de su postrero 'acto de honor' había dejado
corregidas las pruebas de imprenta de la que sería su última novela, La corrupción de un ángel, que
cierra su tetralogía de
El mar de la fertilidad.