viernes, 12 de febrero de 2016

Tributo a Franco Zeffirelli (Firenze, Italia, 12-2-1923)

DISCÍPULO DE VISCONTI

El director de cine y teatro italiano Franco Zeffirelli cumple hoy 93 años. Autor de algunas películas representativas del cine italiano del último tercio del siglo XX, aportó al Séptimo Arte una visión esteticista y decadente, aunque no exenta de humanidad y ternura.
Gianfranco Corsi nació del romance entre Ottorino Corsi, comerciante de lanas y sedas, y Alaide Garosi, un diseñadora de moda. Ambos estaban casados con otras personas. Alaide, al no poder utilizar su apellido o el de Corsi para su hijo, le puso "Zeffiretti", mencionado en la ópera Idomeneo de Mozart. Sin embargo se inscribió mal en el registro como Zeffirelli. Gianfranco tuvo una infancia triste y poco común, marcada por la tragedia, el desarraigo y la falta de referentes familiares que le guiasen en su formación académica y su educación sentimental. Cuando tenía seis años, su madre murió prematuramente, víctima de la tuberculosis. El futuro cineasta quedó entonces al cuidado de una prima de su progenitor, que fue su tutora hasta que el joven alcanzó la mayoría de edad. Durante la II Guerra Mundial luchó como guerrillero y se unió a soldados británicos del primer regimiento escocés, donde fue intérprete. Interesado, en su juventud, por la Arquitectura, Franco Zeffirelli se matriculó en la Accademia di Belle Arti de su ciudad natal, donde llegó a licenciarse en dicha materia. Sin embargo, pronto se sintió más atraído por el mundo del cine, el teatro y los medios de comunicación; y así, tras un breve período como colaborador en Radio Firenze (1946), debutó en el celuloide en calidad de actor, interpretando el papel secundario en "La diputada Angelina" (1947) de Luigi Zampa.
Durante sus estudios de Arquitectura, Zeffirelli había descubierto su inclinación por las artes plásticas y la decoración, por lo que unió esta afición a su interés por el mundo del espectáculo y empezó a trabajar como decorador y escenógrafo en el Teatro della Pergola. Allí, además de aprender numerosos trucos de escenografía que habrían de serle de gran utilidad en el futuro, conoció al director de cine Luchino Visconti, a cuyo equipo pronto se incorporó, en condición de ayudante de dirección. Este período de formación al lado de Visconti influyó de forma decisiva en la forja del estilo que luego habría de caracterizar a Zeffirelli en su faceta de cineasta. En colaboración con su inseparable maestro y amigo, Zeffirelli puso en escena, entre 1948 y 1953, varias obras teatrales de algunos de los grandes genios universales del Arte de Talía, como Chéjov, Tennessee Williams y William Shakespeare. En los circuitos operísticos internacionales fue muy aplaudida su versión de Aida de Giuseppe Verdi. Con este bagaje, durante el primer lustro de los años cincuenta, Franco Zeffirelli se independizó y empezó a trabajar como escenógrafo, decorador, diseñador de vestuario y regisseur de óperas; durante muchos años, habría de compaginar estas actividades -sobre todo, la que le vinculaba estrechamente con el mundo operístico- con su dedicación a la dirección cinematográfica. Triunfó, por aquel tiempo, con la puesta en escena de Otello -que presentó en el festival de Stratford-on-Avon, cuna del genial dramaturgo inglés, en 1961- y de ¿Quién teme a Virginia Wolf? del autor teatral estadounidense Edward Albee. Y fue muy elogiado también por sus trabajos como ayudante de dirección de algunos cineastas de la talla de Michelangelo Antonioni, Vittorio de Sica y Roberto Rossellini. Tras haber colaborado también, como ayudante de dirección, con Antonio Pietrangeli se decidió a lanzarse por su cuenta a la aventura de dirigir una película y rodó su primera producción original, Camping (1958), comedia sentimental con Nino Manfredi.
Seguía, entretanto, realizando notables montajes de óperas y piezas teatrales que pronto empezó a adaptar a la gran pantalla. Como diseñador de producción convirtió, en efecto, en película esa obra maestra del género lírico que es La bohème de Puccini en 1965 y poco después sorprendió gratamente a la crítica y el público con sus adaptaciones cinematográficas de dos piezas de Shakespeare: La mujer indomable (1967), en la que contó con las actuaciones estelares de Elizabeth Taylor y Richard Burton y Romeo y Julieta (1968), obra que, en una versión teatral, ya había dirigido con gran éxito en 1960. Zeffirelli cuidó con especial detenimiento todo lo concerniente a la recreación y la ambientación histórica -fijando, con ello, una de las principales señas de identidad de su particular estilo cinematográfico- y a tal punto extremó esta preocupación por reflejar fielmente el texto de Shakespeare, que eligió, para encarnar a los protagonistas de Romeo y Julieta, a los actores debutantes Leonard Whiting y Olivia Hussey, quienes tenían entonces la edad de los dos personajes principales del drama (diecisiete y quince años, respectivamente). Zeffirelli fue nominado al Oscar al mejor director y los expertos subrayaron el buen gusto y la elegancia figurativa que había derrochado en estas dos brillantes adaptaciones de sendas obras shakespearianas.
Más adelante rodó Hermano sol, hermana luna (1972), una mística y sugerente recreación, bastante sui generis, de la vida de San Francisco de Asís, con Graham Faulkner y Judi Bowker. La radical originalidad de Zeffirelli, patente aquí en una ambientación intencionadamente hippie del santo y su entorno, no fue bien recibida por la crítica y el público de los años 70. La riqueza espiritual de su profundo universo interior volvió a quedar patente en su Jesús de Nazaret (1977), una nueva producción fílmica -rodada específicamente para la pequeña pantalla- en la que todo el delicado romanticismo ético y estético de Zeffirelli trabaja en pro de resaltar la dimensión humana de la figura de Cristo (Robert Powell). Su popularidad restituida animó a la industria de Hollywood a contar con él para un par de largometrajes que explotaban esa vena sentimental tan bien cultivada por el cineasta florentino en trabajos anteriores, aunque ahora decididamente inclinada hacia los excesos sensibleros y lacrimógenos. Así fue en Campeón (1979), melodrama boxístico remake de otro de igual título dirigido por King Vidor en 1931, con Jon Voight, Faye Dunaway y Ricky Schroder, y Amor sin fin (1981), drama romántico adolescente con Brooke Shields y Martin Hewitt. Poco después, Zeffirelli recuperó su prestigio en los círculos artísticos e intelectuales más rigurosos merced a su vuelta a los temas y géneros que mejor había cultivado desde el inicio de su carrera creativa: el teatro y la ópera. Ofreció, pues, magníficas versiones cinematográficas de La Traviata (1982), con Teresa Stratas y Plácido Domingo, candidata al Oscar a la mejor dirección artística, Otello (1986), con Plácido Domingo y Katia Ricciarelli, y, entre otras obras similares, Hamlet (1990), esta última interpretada, de forma sorprendente, por dos actores tan alejados de la tradición teatral de Shakespeare como los estadounidenses Mel Gibbson y Glenn Close. En ellas volvió a hacer gala de algunos de esos rasgos distintivos de su peculiar estilo, como la minuciosa reconstrucción de trajes, muebles y demás enseres que permiten recrear a la perfección una época concreta de la Historia, o el enfoque espiritual que busca resaltar los sentimientos humanos de los personajes.
A partir de entonces, casi todos sus filmes han sido acogidos con cierta frialdad, como La novicia (1993), drama basado en una novela de Giovanni Verga, con Angela Bettis y Johnathon Schaech, Jane Eyre (1996), adaptación de Charlotte Brönte, con William Hurt y Charlotte Gainsbourg, o Té con Mussolini (1999), drama semiautobiográfico ambientado en la Italia de los años 30, con Cher, Judi Dench, Joan Plowright, Maggie Smith y Lily Tomlin. Finalmente dirigió Callas forever (2002), con Fanny Ardant y Jeremy Irons, dedicada a su íntima amiga María Callas, con la que había trabajado en diferentes montajes operísticos.
Homosexual discreto, en los años 50 convivió con Luchino Visconti en la casa romana de éste. Mucho después Zeffirelli adoptó dos hijos adultos, con los que ha trabajado durante años y que viven con él y administran sus negocios. En 1996 Zeffirelli salió del armario y ese mismo año fue nombrado miembro vitalicio del Senado italiano representando al partido conservador Forza Italia. En 1977 fue distinguido como Gran Oficial de la Orden al Mérito de la República Italiana, en 2003 recibió la Medalla de Oro de la Cultura y del Arte y en 2004 nombrado Caballero del Imperio Británico, siendo el primer italiano que recibió esta distinción.

(Refundición de diversos textos, principalmente Biografías y Vidas y Buscabiografías)

1 comentario:

  1. De la misma manera que concibió "Callas for ever" yo me atrevo a afirmar Zeffirelli por siempre!!

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