martes, 8 de septiembre de 2015

Jean-Louis Barrault (Vésinet, France, 8-9-1910 / Paris, France, 22-1-1994): In memoriam

EL TEATRO TOTAL

Hoy es aniversario natal del actor francés de teatro y cine y también director teatral Jean-Louis Barrault. Con una energía vital y una pasión por el teatro poco comunes, Barrault, que se consideró discípulo de Artaud y de su "teatro de la crueldad", intentó realizar un teatro total, abierto al lenguaje del cuerpo y a todas las posibilidades de expresión, así como a todos los tipos de escritura teatral. Famoso a nivel internacional por su trabajo de mimo, su reputación como director y actor descansó en extraordinarias puestas en escenas que van de Shakespeare a los clásicos franceses, pasando por la comedia contemporánea y los trabajos experimentales de vanguardia.
Estudió arte y asistió a la École du Louvre de París, hasta 1931. Ese año se matriculó en la escuela de teatro Théâtre de l'Atelier, de Charles Dullin, donde permaneció hasta 1935. Después se dedicó con particular empeño al estudio de las técnicas de pantomima junto con Étienne Decroux. Su primer espectáculo, Autour d'une mère (1935), basado en una obra de Faulkner, era esencialmente gestual, y mereció la admiración de Artaud.
Su puesta en escena de Numance (1937) de Cervantes le hizo conocer a Paul Claudel, autor muy importante en su carrera posterior. Entre 1940 y 1946 estuvo integrado en la Comédie Française, primero como pensionnaire, y luego como sociétaire, debutando como Rodrigo en Le Cid de Corneille (1940). Montó allí obras como Phèdre de Racine (1942), Le soulier de satin (El zapato de raso) de Claudel (1943), y Antoine et Cléopâtre de Shakespeare (1945). Paralelamente, Barrault participó en clásicos del cine como la obra maestra de Marcel Carné Les enfants du paradis (Los niños del paraíso, 1945), en la cual apareció como Jean-Gaspard Debureau, un mimo del siglo XIX.
En 1946 él y su esposa, la actriz Madeleine Renaud, abandonaron la Comédie y formaron la compañía Renaud-Barrault en el Théâtre Marigny de París, donde permanecieron diez años. Fue famosa su interpretación de Hamlet en la traducción de André Gide. Fue nombrado director del Odéon-Théâtre de France en 1959 y del Théâtre des Nations en 1965, ambos patrocinados por el gobierno francés.
Durante todo este periodo, Barrault constituyó un verdadero repertorio sobre los criterios de la estabilidad de la compañía, las reposiciones y la alternancia. Sus espectáculos más notables fueron Hamlet de Shkespeare (1946), Les fausses confidences de Marivaux (1946), Le procès de Franz Kafka (1947), L'Orestie (1955) de Esquilo y obras de Claudel como Partage de midi (1948), L'échange (1951), Tête d'or (1959) y Christophe Colomb (1975).
Montó asimismo obras de vanguardia como Le personnage combattant de Vauthier (1956) y Rhinocéros (1960), de Ionesco, e invitó a otros directores. Roger Blin montó Oh les beaux jours de Beckett (1963) y Les paravents de Genet (1966), que provocó mucha controversia; Maurice Béjart dirigió un experimento de teatro total, La tentation de Saint Antoine (1967). Entre 1966 y 1968 se hizo cargo también del Théâtre des Nations, y llevó allí a Jerzy Grotowski, el Living Theatre, Peter Brook, y el Teatro Campesino.
Tras una disputa sobre su apoyo a los estudiantes que habían ocupado el teatro en mayo de 1968, Barrault dimitió como director del Théâtre des Nations, y junto con su mujer, retomó la compañía Renaud-Barrault. En 1970 montó Jarry sur la butte en el Élysée-Montmartre (antigua sala de boxeo), y pasó por el Orsay antes de llevar, en 1981, al Théâtre du Rond Point (hoy Théâtre Renaud-Barrault) un teatro móvil que se había hecho construir. En este último periodo de su creación artística montó espectáculos a partir de una dramaturgia de textos no teatrales, como Ainsi parlait Zarathoustra (1974) de Nietzsche, Les nuits de Paris (1975) de Restif de la Bretonne, Zadig (1978) de Voltaire, y L'amour de l'amour (1981), a partir de textos de Apuleyo, La Fontaine y Molière. Después de tres giras importantes, la compañía Renaud-Barrault adquirió fama internacional.
Aunque Barrault sea famoso a nivel internacional por su trabajo de mimo, su reputación como director y como actor abarca campos más amplios. Para él, el teatro es un acto de amor; de amor al texto, que le hace entregarse a su personaje y a su público. No entiende un teatro que divida, sino que busca la comunión con el espectador. Por eso los textos que seleccionaba para montar hablaban sobre la pasión y la vida en todas sus formas, especialmente a través del lenguaje del cuerpo, que él magnificó a lo largo de toda su carrera.
La importancia que daba al actor, "atleta afectivo" según la definición de su maestro Antonin Artaud, no le impidió utilizar medios escénicos tradicionales y contemporáneos (máscaras y danzas; luces, sonido, cine), renovando las imágenes teatrales. Su deseo de un teatro total explica el repertorio ecléctico al que se dedicó, y que abarcó todos los géneros y toda la historia del teatro, de la tragedia griega al teatro de boulevard, pasando por Shakespeare y el teatro del absurdo.
En este rasgo radica su interés por llevar a la escena obras completas (Rabelais, Jarry, Restif). Su contacto más fructífero fue con Claudel, cuya obra dio a conocer de manera esencial, y no tuvo inconveniente en abrir las puertas de su compañía a otros directores en creaciones más arriesgadas. Dirigió asimismo producciones para la Opera Metropolitana de Nueva York, y sus compañías hicieron giras por Estados Unidos. Entre sus libros destacan Reflexiones sobre el teatro (1959) y El teatro de Jean-Louis Barrault (1961), que expresan su devoción total por el teatro.
En el cine, su aspecto físico fue determinante en los papeles que desempeñó: su delgadez y su mirada encendida fueron utilizadas para representar estudiantes famélicos, preferentemente bohemios, puritanos iluminados o grandes hombres consumidos por un fuego devorador (Bonaparte, Berlioz, Luis XI). En sus mejores trabajos, su cuerpo era el verdadero intérprete. Barrault utilizó todos sus recursos vocales, faciales y gestuales para ofrecer la quintaesencia de su arte. Además de la mencionada Los niños del paraíso (1945), entre sus películas más destacadas figuran: Días de sol (1935) de Marc Allègret, Sueños de príncipe (1936) de Anatole Litvak, Salónica, nido de espías (1936) de Georg Wilhelm Pabst, Jenny (1936) de Marcel Carné, Las perlas de la corona (1937) de Sacha Guitry y Christian Jacque, Un drama singular (1937) de Marcel Carné, Tormenta (1938) de Marc Allègret, Sinfonía fantástica (1942) de Christian Jacque, De hombre a hombres (1948) de Christian Jacque, La ronda (1950) de Max Ophüls, El testamento del Doctor Cordelier (1959) de Jean Renoir, Diálogos de carmelitas (1960) de Philippe Agostini y Raymond Leopold Bruckberger, El milagro de los lobos (1961) de André Hunebelle, El día más largo (1962) de Ken Annakin, o La noche de Varennes (1982) de Ettore Scola.
Casado con la actriz Madeleine Renaud desde 1940 hasta su muerte cincuenta y cuatro años más tarde, Barrault falleció a los 83 años de un infarto. Su esposa le siguió ocho meses después.

(Texto, con añadidos, procedente de la página Biografías y Vidas) 



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