viernes, 29 de mayo de 2015

Josef Von Sternberg (Viena, Imperio Austrohúngaro, 29-5-1894 / Hollywood, California, US, 22-12-1969): In memoriam

EL GRAN MAESTRO DEL ARTIFICIO

Hoy es aniversario natal del cineasta austriaco (nacionalizado estadounidense) Josef Von Sternberg. En sus mejores obras, de gran belleza plástica, creó un mundo poético, barroco e impenetrable al servicio de sus temas preferidos: la inevitable frustración del deso, la redención de los seres caídos y una extraña fascinación por la decadencia. Considerado una de los mayores estilistas del cine, fue el descubridor de Marlene Dietrich, con quien rodó siete películas y a la que, a modo de Pigmalión y Galatea del séptimo arte, a base de sofisticado artificio, convirtió en gran estrella y figura mítica. En su filmografía, aun reducida en cantidad, dejó a la posteridad al menos diez grandes títulos clásicos.
Nacido Jonas Sternberg, fue el primogénito de cinco hijos de una familia judía. Tuvo una infacia pobre y mortificada. Su padre emigró solo a los Estados Unidos en busca de trabajo y en 1901 Sternberg y su familia partieron hacia Nueva York para reunirse con él. Tres años después fueron enviados de vuelta a Viena por su padre, incapaz de mantener a la familia, pero en 1908 Josef volvió a Nueva York. Allí comenzó a estudiar, aunque tuvo que dejarlo y trabajar en veinte oficios para escapar de la miseria. A los diecisiete años tuvo su primer contacto profesional con el mundo del cine trabajando como limpiador y restaurador de copias de celuloide en Fort Lee, una localidad de New Jersey. Sucesivamente fue ascendiendo de rango, acumulando conocimientos sobre montaje, fotografía, guión y dirección. En 1917 se alistó en el ejército, sirviendo en el cuerpo de comunicaciones, donde se entrenó haciendo filmaciones. Tras el armisticio viajó a Europa, donde recorrió varios países trabajando como ayudante de dirección, llegando incluso a hacer de actor.
Finalmente en 1924 se instaló en Hollywood, donde dirigió su primera película The salvation hunters (1925) por encargo de George K. Arthur, su actor protagonista, opera prima influenciada por Stroheim, el teatro de cámara alemán y el impresionismo francés. Fue un fracaso comercial pero muy apreciada por los entendidos. Tras varios films frustrados, con La ley del hampa (1927), protagonizada por George Bancroft y Evelyn Brent, inauguró el cine de gangsters y firmó el primer gran clásico de su carrera. A continuación rodó La última orden (1928), la mayor de sus obras maestras, sabia mezcla de ironía y patetismo que narra la conmovedora tragedia de un general ruso exiliado que sobrevive haciendo de figurante en el cine. Su protagonista Emil Jannings, primera figura del cine alemán, ganó el primer Oscar al mejor actor por este papel. Con Los muelles de Nueva York (1928), melodrama de ambiente portuario, con George Bancroft, Betty Compson y Olga Baclanova, logra otra de sus mejores obras.
Reclamado por el famoso productor Erich Pohmer, viaja a Alemania para dirigir a Emil Jannings en la primera película sonora de aquella cinematografía: El Angel Azul (1930), adaptación de una novela de Heinrich Mann sobre el decadente final de un profesor enamorado de una cabaretera, papel que consagraría a la entonces desconocida Marlene Dietrich como gran estrella mundial. De la película se rodaron dos versiones, una en alemán y otra en inglés y su enorme éxito internacional condujo a Sternberg y a Dietrich a Hollywood. Contratados ambos por Paramount, rodaron juntos seis películas más: Marruecos (1930), con Gary Cooper, Fatalidad (1931), con Victor McLaglen, La Venus rubia (1932), con Herbert Marshall y Cary Grant, El expreso de Shanghai (1932), con Clive Brook, Capricho imperial (1934), con John Lodge, y El diablo es una mujer (1935), con Lionel Atwill y César Romero. En ellas, con acciones ubicadas en ambientes exóticos construidos en los estudios, Sternberg consiguió imponer su visión del arte cinematográfico y desarrollar su estilizado, sugestivo y barroco universo personal imbuido de erotismo y de símbolos. Lejos de preocuparse por el contenido argumental de sus obras, Sternberg se interesó ante todo por su aspecto formal, fundamentalmente la luz, fotografía, decorados, vestuario, etc, creando atmósferas sobrecargadas y decadentes al servivio de sus propósitos artísticos, a fin de fascinar al espectador con sus sofisticados artificios. A tal fin encontró en Marlene Dietrich, cuyo aspecto y personalidad fue moldeando de film en film, la criatura idónea para encarnar su ideario estético. Con ella concibió un personaje casi abstracto, inaccesible -la mujer de ensueño de los surrealistas-, al que tras sucesivas metamorfosis transformó en mito. El dandy romántico y fetichista que Sternberg llevaba dentro quedó plasmado en cada uno de los roles representados por su estrella. La simbiosis perfecta de la pareja en los rodajes (al margen de su tempestuosa relación sentimental) fue lo que a Sternbeg le hizo declarar: "¡Marlene Dietrich soy yo!" y a Dietrich: "Sin él no soy nada". Pero si bien las primeras películas del tándem tuvieron éxito, las dos últimas fueron fracasos en taquilla. Dietrich permaneció en Paramount, pero Sternberg fue despedido. Durante ese periodo dos películas rodadas sin Marlene tampoco funcionaron: Una tragedia humana (1931), con Phillips Holmes y Sylvia Sidney, y Crimen y castigo (1935), con Edward Arnold, Peter Lorre y Marian Marsh.
En adelante, Sternberg hubo de rodar sin mantener el control artístico de sus películas y su figura se ensombreció. La última película completa que rodó en Hollywood (para United Artists), ya sin los medios de antaño, fue El embrujo de Shanghai (1941), con Gene Tierney, Walter Huston, Victor Mature y Ona Munson, interesante film en el que parcialmente consiguió restituir en la pantalla su mundo de exótica depravación. Otras producciones en las que intervino, firmadas o no por él, no estuvieron a la altura. Con todo, ya alejado de Hollywood, el cineasta consiguió realizar una última obra personal, La saga de Anatahan (1953), rodada en Japón con actores nipones y escaso presupuesto, un poético estudio sobre unos soldados japoneses olvidados en una isla al final de la Segunda Guerra Mundial en pugna por el poder y por la única mujer que la habita. De limitada difusión, supuso otro fracaso económico.
Josef Von Sternberg tuvo tres esposas y dos divorcios: Riza Royce (1926-1930), Jean Annette McBride (1945-1947) y Meri Otis Wilner (1948-1969), su viuda y madre de su único hijo.
En los últimos años de su vida, Sternberg se dedicó a impartir enseñanzas sobre cine en la Universidad de Los Angeles y publicó sus memorias, Fun in a Chinese laundry (1965). Falleció a los 75 años de un ataque cardiaco.


1 comentario:

  1. Descubridor de nada más y nada menos que de la, Dietrich!! Eso es mucho mérito!!

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