viernes, 22 de mayo de 2015

Eurovision memories: The long and winding road

EUROVISION SONG CONTEST: 60 YEARS

El Festival de Eurovisión, celebra en estos días su 60 edición. Un evento concebido por la
Unión Europea de Radiodifusión (UER) con la finalidad de unir a los pueblos en la música y dar a conocer al mundo la música europea. La primera edición se celebró en 1956 (cinco años después del Festival de San Remo, que le sirvió de modelo y al que comenzó imitando), con sólo siete países participantes: Suiza (anfitrión en Lugano y primer vencedor), Alemania, Bélgica, Francia, Holanda, Italia y Luxemburgo, que presentaron catorce canciones (cada país envió dos). España lleva compitiendo ininterrumpidamente desde 1961. A lo largo de las décadas, cientos y cientos de canciones e intérpretes han desfilado por el espectáculo televisivo más antiguo y de mayor audiencia mundial. Un cierto número de ellos alcanzaron amplia notoriedad.
La sucesiva y creciente incorporación de paises al concurso (este año son 40), así como la ampliación de sus redes de difusión, ha elevado ostensiblemente la cota de espectadores (no así la calidad de los cantables, desafortunadamente). En 2004 ya eran 36 los países inscritos para concursar, por lo hubo que añadir a la tradicional gala única una semifinal previa que excluyese las canciones de los países menos votados. Este formato se mantuvo hasta 2007 y, a partir de 2008, ya con 43 países en liza, se instauraron dos semifinales previas para así aligerar el contenido de participantes en la final  (de nuevo a imagen y semejanza de San Remo). Con el término Big Five se conoce a los cinco países que más aportan económicamente a la UER: Alemania, Francia, España, Reino Unido (desde el año 2000) e Italia (desde 2011). Las canciones que representan a estos países tienen acceso directo a la final todos los años, además de la representante del país ganador del año anterior, quien suele ser el organizador de la siguiente edición.       
Otras normas del certamen fueron cambiando, como, por ejemplo, la supresión de la orquesta en vivo. A partir de 1999, todas las canciones fueron interpretadas con una pista de fondo (la música en vivo no está permitida, sólo las voces). Es lamentable que el auge imparable de la tecnología electrónica e informática no corra parejo con el desarrollo del talento musical. A mi juicio, el ESC es (o debería ser, como lo era en su origen) una competición de canciones, aunque cada vez se haya ido dando más importancia al envoltorio, la presentación, el estilismo, la coreografía... en suma, el espectáculo, que a la calidad musical. Hasta tal punto esto es así que, de forma creciente, se tiende a premiar más una imagen visualmente atractiva o incluso una causa 'comprometida' (verbigracia, la ganadora de la pasada edición en 2014) o sugestiva para los telespectadores, que valores intrinsecamente musicales. El concurso ha ido derivando a macro-show de espectacular vistosidad cromática y lumínica, en aras de acrecentar su popularidad mediática, pero en detrimento del propósito para el que fue creado, elegir cada año una canción que cautivase el oído de los europeos en virtud de la cualidad comunicativa supranacional que siempre tuvo la música como idioma universal. Parece que exponencialmente lo que más seduce al público en una actuación es su impacto visual y son con frecuencia razones extra-musicales las que deciden quien gana el festival.
Vivimos tiempos en que, por mor de la globalización, se impone el pensamiento único. Uno de los disfraces que adopta es el de lo 'políticamente correcto', que tiende sin ambages a uniformar la mentalidad de las masas. Supuestamente, para que éstas se entiendan mejor, se liberalizó asímismo la normativa de que cada país enviase su canción interpretada en lengua vernácula propia. Como es obvio, el inglés ha tenido todas las de ganar en el asunto y, desde 1999 (con la excepción de Serbia en 2007) todas las canciones vencedoras lo fueron en ese idioma. Hasta entonces habían conseguido el primer premio otras interpretadas en francés (13), neerlandés (4), danés (1), italiano (2), alemán (2), inglés (13), español (2), hebreo (3), sueco (2), noruego (2) y serbocroata (1). En la edición de este año, de los 40 países participantes sólo 6 utilizarán unicamente su lengua nativa. ¿Acaso no supone esto un terrible empobrecimiento de la muy amplia diversidad cultural y lingüística europea? (también me pregunto cuántos espectadores de esas 40 nacionalidades son capaces de entender a la primera un texto de tres minutos en inglés). Las señas de identidad nacionales se van borrando paulatinamente, además, dejando en muchos casos a cargo de autores profesionales foráneos (que se dedican a escribir para Eurovisión y se inspiran en los hits de MTV) la composición del tema destinado a representar al país que solicite sus servicios (tal es el caso de España este año: dos de los autores de la canción que la representa en el festival son suecos).
En cuanto al tema de las votaciones, el Festival tiene ya un largo historial de desafueros, que han propiciado muchas veces injustos resultados en las clasificaciones finales, toda una asignatura pendiente de compleja y difícil resolución.


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