lunes, 30 de marzo de 2015

Paul Verlaine (Metz, France, 30-3-1844 / Paris, France, 8-1-1896): In memoriam

EL PRÍNCIPE DE LOS POETAS

Hoy es aniversario natal del gran poeta francés Paul Verlaine. Considerado el maestro del decadentismo y principal precursor del simbolismo, es, en realidad, el único poeta francés que merece el epíteto de «impresionista» y, junto con Victor Hugo, el mayor poeta lírico francés del siglo XIX.

Reseña a partir de las páginas Buscabiografías y Biografías y Vidas:

"La independencia siempre fue mi deseo, la dependencia siempre fue mi destino" (Paul Verlaine)

Hijo de un oficial del Ejército, tras instalarse su familia en París en 1851, cursó estudios en el Liceo Bonaparte. Lector asiduo de poesía romántica -sintiendo una predilección especial por Víctor Hugo-, sus primeros versos datan de 1858. Inicia estudios de derecho y posteriormente trabaja como empleado en una compañía de seguros y luego en el ayuntamiento de París durante siete años. De carácter melancólico y taciturno, un día deja todo y se entrega a la absenta y a escribir en las tabernas parisinas del mundo de la bohemia, pasando a una vida de un cierto grado de indigencia económica. En los cafés escribe versos relacionándose con los poetas parnasianos, a quienes había comenzado a frecuentar a partir de 1860. En aquel tiempo, se reconoce admirador de Charles Baudelaire. 
En 1863 aparecía en la Revue du progrès moral el primer poema de Paul Verlaine, augurando una obra ambigua, infinitamente bella, que vagabundea en el umbral de la modernidad. Sus primeras obras como, Poemas saturnianos (1866) que trata sobre la fatalidad a la que están condenados sin redención posible cuantos nacen, como él, bajo el signo de Saturno, y Fiestas galantes (1869), exponen el rechazo al romanticismo parnasiano. Su verso se centra más en aspectos técnicos como la sonoridad que en el sentimentalismo.
Después de una crisis producida por el amor no correspondido que le inspiró su prima Élise Moncomble, en 1870 se casa con Mathilde Mauté de Fleurville -que apenas tenía dieciséis años- e intenta integrarse en una burguesía decente aspirando a una vida "sencilla y tranquila", aunque abandonó a su esposa dos años después para viajar y vivir con el poeta de 17 años Arthur Rimbaud, al que sigue a Bélgica e Inglaterra. En 1873, estando borracho y cuando Arthur quiere romper la relación que les une, Verlaine le descerraja un tiro en la pierna, por lo que pasó dos años en prisión. Su colección Romanzas sin palabras (1874), escrita durante su estancia en la cárcel, se basa en la relación con Rimbaud. Buscando refugio en el catolicismo, su reconversión inspiró un volumen de poesía religiosa titulado Sabiduría (1880). Fue profesor de francés en Inglaterra de 1875 a 1877 y regresó a Francia posteriormente donde dio clases de inglés. A su alumno Lucien Létinois, al que llamaba hijo adoptivo, dedicaría muchas de las elegías de Amor (1888). En 1883, tras la repentina muerte por fiebres tifoideas de Létinois, llevó en Coulommes una vida escandalosa, alternando unas etapas de desenfreno alcohólico con otras de arrepentimiento ascético. De este período data la publicación de Los poetas malditos (1884), en que dio a conocer a Rimbaud, Tristan Corbière y Stéphane Mallarmé, y Antaño y hogaño (1884), colección de poemas, transformándose en poeta simbolista, interesado en el sueño y la ilusión. Establecido definitivamente en París a partir de 1885, escribió prosa autobiográfica, como Memorias de un viudo (1886), Mis hospitales (1891) y Confesiones (1895). En sus últimos años gozó de gran prestigio literario, dio conferencias en Bélgica y Gran Bretaña y fue elegido «Príncipe de los poetas» en 1894, lo que contrasta con la miseria y el estado de degradación en que vivía. Paul Verlaine falleció en París a los 51 años. Su influencia se manifiesta poderosamente en los poetas franceses posteriores.




Llueve en mi corazón

Llueve en mi corazón
Como llueve en la ciudad;
¿Qué es esta languidez
Que penetra mi corazón?

¡Oh dulce ruido de la lluvia
Por tierra y en los techos!
Para un corazón que se aburre,
¡Oh el canto de la lluvia!

Llora sin razón
Este corazón hastiado.
¡Qué! ¿ninguna traición?...
Este duelo es sin razón.

Es pues la peor pena
De no saber por qué
Sin amor y sin odio
Mi corazón tiene tanta pena.

1 comentario:

  1. Muchas gracias por traer algo de humanidad y poesía, a este mundo cada vez más alejado de lo humano y lo poético.

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