sábado, 21 de marzo de 2015

Éric Rohmer (Tulle, Corrèze, France, 21-3-1920 / París, France, 11-1-2010): In memoriam

LA CANDIDEZ LUMINOSA

Tal día como hoy hace 95 años vino al mundo el director Éric Rohmer, cineasta francés considerado uno de los integrantes más destacados que surgieron de la llamada Nouvelle Vague del cine francés, aunque sus primeras películas, a diferencia de las de Chabrol, Truffaut o Godard, no tuvieron éxito. Intelectual, ilustrado y de exquisita sensibilidad no academicista ni exenta de sensualidad, fue autor de una singularísima y coherente obra que se prolongó hasta sus 87 años de edad. A contracorriente, ajeno a modas y raramente apreciado por el público mayoritario fue, no obstante, un director de culto para varias generaciones de cinéfilos. En la mayoría de sus películas se ajustó a bajos presupuestos, utilizó un equipo ligero y dirigió a actores poco o nada conocidos, jóvenes por lo común, algunos de los cuales se convirtieron en estrellas del cine francés después de trabajar con él (Fabrice Luchini, Arielle Dombasle, Pascal Greggory, Marie Rivière, Rosette, Béatrice Romand...). Usualmente prestaba gran atención a la naturaleza circundante, rodaba las secuencias de sus films por orden cronológico -lo que simplificaba su montaje- y casi siempre sin música. En los diálogos entre sus personajes, generalmente individuos con estudios, a menudo incluía disgresiones literarias o filosóficas, pues a Rohmer le interesaba más el pensamiento que la acción. Su obra cinematográfica, sólo sujeta a sus propias normas, triunfó en los principales festivales del mundo y ha sido admirada por otros importantes directores como Truffaut, Godard, Chabrol o Wenders. A su muerte, el ex-Ministro de cultura galo Jack Lang dijo que Rohmer era "uno de los maestros del cine francés".

Jean-Marie Maurice Schérer (su verdadero nombre) se licenció en literatura francesa en 1942 y  ejerció como profesor en Clermont-Ferrand. Poco después dejó su trabajo y en 1943 se trasladó a París donde se empleó como periodista freelance. En 1946 publicó una novela, "Elisabeth", con el seudónimo de Gilbert Cordier. Aunque en principio, Rohmer prefería la literatura al cine, alrededor de 1949 comenzó a asistir a sesiones de la Cinemateca francesa, donde entraría en contacto con Jean-Luc Godard, Jacques Rivette y otros miembros de la futura Nouvelle Vague. Con los citados fue co-fundador de la revista La Gazette du Cinéma en 1950, de corta existencia, y ese mismo año filmó su primer cortometraje. Un año después se unió al equipo del crítico y teórico del cine André Bazin para fundar la célebre revista Cahiers du Cinéma, propulsora a ultranza de la llamada 'política de los autores', que andando el tiempo se convertiría casi en un catecismo para los nuevos cinéfilos y de la que, además de crítico, Rohmer llegó a ser jefe de redacción entre 1957 y 1963. Desde 1955 comenzó a utilizar el nombre de Éric Rohmer para ocultar a su familia su involucración en el mundo del cine (de hecho, el futuro director, siempre un hombre muy asceta y celoso de su privacidad, no comunicó a sus progenitores que no era el profesor de literatura que ellos creían, lo que habrían desaprobado, y su propia madre fallecería en 1970 sin saber que su hijo era un famoso director laureado en varios de los más importantes festivales internacionales). En 1957 Rohmer se casó con Thérèse Barbet, con quien tuvo dos hijos. Ese mismo año él y Claude Chabrol escribieron Hitchcock, el primer libro extenso en estudiar la obra del cineasta británico, monografía que contribuyó a establecer la 'teoría del autor' como método crítico para revaluar el cine anterior, particularmente el norteamericano. Chabrol asímismo produjo El signo del león (1959), primer largometraje de Rohmer, bien recibido por la crítica pero ignorado por el público. En esos años, Rohmer mantuvo estrecho contacto con los jóvenes Godard, Truffaut y otros criticos radicales de Cahiers que se convirtieron en cineastas; eran frecuentes las controversias con la revista Positif, fundada en 1952, que defendía presupuestos teóricos diferentes. A medida que el ala más a la izquierda de Cahiers se fue decantando por la crítica marxista o el cinéma vérité, Rohmer, más conservador y amante del cine clásico, abandonó la revista en 1963.
En 1962, él y Barbet Schroeder, cineasta francés nacido en Suiza, fueron cofundadores de Les Films du Losange, productora para la que Rohmer rodaría todos sus films excepto los tres últimos. Ese año inició la primera de las tres series de películas que desarrollaría a lo largo de su carrera, siempre con guiones propios: «Seis cuentos morales», que integran los mediometrajes La panadera de Monceau (1962), La carrera de Suzanne (1963), vendidos a la televisión francesa, y los largometrajes La coleccionista (1967), premio especial del jurado en el Festival de Berlín, Mi noche con Maud (1969), que contó con el protagonismo de Jean-Louis Trintignant, Françoise Fabian, Marie-Christine Barrault y Antoine Vitez, y por la que fue nominado al Oscar a la mejor película de habla no inglesa, para muchos considerada su obra maestra, La rodilla de Claire (1970), premio a la mejor película en San Sebastián, y El amor después del mediodía (1972).
Después rodó La marquesa de O (1976), según la novela de Heinrich von Kleist, delicado y minimalista drama romántico de época que, tras ganar el premio especial del jurado en el Festival deCannes, se convirtió en uno de sus films más aclamados. Mucha menor repercusión obtuvo Perceval le Gallois (1978), inspirado en la novela de Chrétien de Troyes sobre la leyenda del Santo Grial. Seguirían, en los años 80, «Comedias y proverbios», serie que incluye La mujer del aviador (1980), La buena boda (1981), Pauline en la playa (1983), que le valió el Oso de Plata y el premio Fipresci en el Festival de Berlín, Las noches de la luna llena (1984), El rayo verde (1986), León de Oro y premio de la crítica internacional en Venecia, y El amigo de mi amiga (1987). En un paréntesis hasta su tercera y última serie de la década siguiente dirigió Cuatro aventuras de Reinette y Mirabelle (1987).
En los años 90 realizó la serie «Cuentos de las cuatro estaciones», formada por Cuento de primavera (1990), Cuento de invierno (1992), premio de la crítica Fipresci en Berlín, Cuento de verano (1996), y Cuento de otoño (1998), premio al mejor guión original en Venecia. Intercalados entre los dos primeros y los dos últimos dirigió El árbol, el alcalde y la mediateca (1993) y Las citas de París (1994). Con el cambio de siglo, un Rohmer octogenario pero tan lúcido como de costumbre aún rodó tres títulos más: La inglesa y el duque (2001), Triple agente (2004) y El romance de Astrea y Celadón (2007).
En casi cincuenta años Rohmer rodó 24 películas (entre otros trabajos) que se distinguen por su muy personal estilo narrativo, donde la aparente sencillez conlleva una rigurosa planificación de cada secuencia al mínimo detalle, con muy elaborados diálogos que parecen espontáneos. En este sentido, sus obras están concebidas con la precisión de un arquitecto. En permanente experimentación, a Rohmer nunca le atrajeron los dramas tradicionales, sino los pequeños detalles de las relaciones humanas y los aspectos paradójicos y contradictorios de la psicología de sus personajes. Podría decirse que el cineasta trata siempre la misma temática: una historia que nunca se agota de hombres y mujeres que intentan analizar su propio comportamiento, exteriorizando afirmaciones que habitualmente poco o nada tienen que ver con sus acciones. Sus protagonistas hablan constantemente en el intento de explicarse a sí mismos y lo hacen como si se tratara de una reflexión compartida con el espectador, pero nunca llegan a una conclusión. Este elemento, el conflicto permanente entre el deseo y la conciencia de sus personajes, en general determinados por el azar, está presente en casi todas sus películas. Su cine nunca es pedante, ni mucho menos moralizante: "Yo no digo, muestro", solía repetir el cineasta. La frescura desprovista de nostalgia mostrada por el gran autor renueva una y otra vez, con cada una de sus obras, la vigencia de este director de rara capacidad para ver el mundo con ojos siempre actuales, que en el Festival de Venecia de 2001 vio recompensada toda su trayectoria artística con el León de Oro.
Ëric Rohmer falleció en París a los 89 años. La causa de su muerte no fue dada a conocer.


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