lunes, 2 de marzo de 2015

A tribute to Kurt Weill

KURT WEILL (Dessau, Alemania, 2-3-1900 / Nueva York, 3-4-1950): IN MEMORIAM

Tal día como hoy hace 115 años nació el gran compositor alemán Kurt Weill, que triunfó primero en Europa como autor de sinfonías, conciertos para orquesta y partituras operísticas y, más tarde, brilló escribiendo las melodías de muchos musicales de Broadway. Su obra, pues, se divide en dos períodos claramente diferenciados: el europeo y el americano, ambos indudablemente valiosos. El gran acierto de Weill fue integrar con talento sus técnicas musicales avanzadas con elementos de la cultura popular como, por ejemplo, el jazz o las canciones de cabaret. El instinto seguido por el compositor supo conectar con el público de su tiempo de forma directa, entusiasmando a sus oyentes, que tarareaban o silbaban sus melodías, simples y con ritmos primitivos, en calles de todo el mundo. Para ello se sirvió, en su época de más éxito, de vibrantes argumentos políticos y de temas candentes. Cultivó la crítica social con el auxilio de una música estimulante y de esa manera llevó problemas de índole seria a una atmósfera cargada emocionalmente. Con tales recursos, Kurt Weill ejerció una influencia muy grande, que ninguno de los compositores que le eran afines alcanzó. Hasta tiempos actuales, sus obras han continuado siendo grabadas, reproducidas y representadas.

Semblanza a partir de la página mcnbiografías:

Nacido en el seno de una familia judía de amplia tradición musical, Kurt Julian Weill heredó de sus mayores la afición por la música y los instrumentos. Su padre, que cantaba en la sinagoga de su ciudad, decidió procurarle una esmerada formación musical, por lo que, cuando el joven Kurt cumplió los doce años de edad, lo puso bajo las órdenes de un preceptor particular, llamado Albert Bing, quien inició al futuro músico en los secretos de la composición. Tanto aprovechó Kurt Weill esta formación juvenil, que, antes de haber cumplido los veinte años de edad, ya contaba con una interesante producción propia conformada, entre otras obras, por un ciclo de canciones de corte popular, un cuarteto para cuerda y una suite para orquesta.
Mientras componía algunas de estas piezas se matriculó en el Conservatorio de Berlín donde contó con maestros como Friedrich Koch y Rudolf Krasset, siendo, por encima de todos, el compositor Siegburg Engelbert Humperdinck quien le enseñó los secretos de la composición. Entre 1921 y 1924, Kurt Weill fue discípulo y colaborador del compositor italiano Ferruccio Busoni, a cuya sombra se atrevió a componer su primera sinfonía. Sus iniciales partituras sinfónicas estuvieron asímismo influidas por Mahler, Schöenberg y Stravinsky. Posteriormente experimentó la influencia del jazz e, interesado por los libretos del dramaturgo expresionista Georg Kaiser, musicó textos suyos en la ópera Der protagonist (1926), su primer éxito. Dos años más tarde hizo lo propio para Bertolt Brecht en la ópera cómica Mahagonny-Songspiel (1927), iniciándose una fértil colaboración que fructificó en obras de gran envergadura como Die Dreigroschenoper (1928), que estrenada en Leipzig le dió a a conocer en todo el mundo, Happy end (1929) o Aufstieg und fall der stadt Mahagonny (1930). En todas estas composiciones estaba presente la huella del neoclasicismo operístico europeo, asombrosamente combinado con algunas influencias contemporáneas, como el dodecafonismo de Schöenberg. Además, Weill sorprendía a los melómanos y musicólogos más exigentes por su perfecto dominio de la armonía. Con estas obras satíricas, brillantes e innovadoras, Weill y Brecht crearon una nueva forma de teatro musical que les dió fama internacional.
En la década de los años treinta, con el ascenso de Hitler y el partido nazi al poder en Alemania, sus obras, tachadas de decadentes y subversivas, fueron prohibidas y Weill, en su condición de judío, se sintió seriamente amenazado, no teniendo más remedio que abandonar su país natal. En compañía de su esposa y principal intérprete de sus cantables, la actriz Lotte Lenya -con la que se casó en dos ocasiones: en 1926 y, tras su divorcio en 1933, por segunda vez en 1937-, huyó a París en 1933, donde siguió colaborando durante algún tiempo con Bertolt Brecht. El ballet cantado Die sieben todsünden (1933) fue su última obra conjunta. Previamente, con Georg Kaiser había vuelto a compartir tareas compositivas en Der silbersee (1933). En la capital gala, el músico de Dessau se relacionó con las principales figuras del arte, la cultura y la intelectualidad europea de momento, entre ellas el autor Jean Cocteau, con el que preparó otro proyecto laboral que, finalmente, no salió adelante. Allí terminó de componer su Sinfonía nº 2, que puede considerarse su último trabajo puramente orquestal.
En 1935, tras una breve estancia en Londres, con la ayuda del director y compositor alemán Bruno Walter, Kurt Weill consiguió llegar hasta Amsterdam y, desde allí, embarcarse rumbo a Nueva York, donde empezó a ganarse la vida como autor de partituras para los estrenos de Broadway. Esta nueva orientación de su carrera despertó los recelos de los musicólogos más puristas y severos, quienes no quisieron o no supieron apreciar los méritos de Weill en la elaboración de musicales como Johnny Johnson (1936), Knickerbocker holiday (1938), Lady in the dark (1941), One touch of Venus (1943), la opereta The firebrand of Florence (1944), la ópera americana Street scene (1947), la ópera folk Down in the valley (1948) o la tragedia musical Lost in the stars (1949), su última obra estrenada.
A pesar de las críticas de sus antiguos colegas, Kurt Weill se sintió a gusto en esta nueva vertiente de su labor creativa y, desde finales de los años treinta, se dedicó casi en exclusiva a la composición de partituras y arreglos musicales para el mundo del espectáculo. Plenamente identificado con su nuevo país y con el estilo de vida americano, en 1943 solicitó y obtuvo la nacionalidad estadounidense.
Weill falleció a los 50 años de un ataque al corazón en Nueva York en la primavera de 1950, con grandes éxitos populares a sus espaldas. Poco tiempo después ocurrió algo inconcebible: Die Dreigroschenoper, en inglés The threepenny opera, se estrenó en Broadway y fue representada 2.707 veces, con lo que superó las marcas de todos los musicales. El público menos revolucionario del mundo celebró una obra que un cuarto de siglo antes había sido considerada un llamamiento a la revolución.
En la parte más valorada de su producción musical -y, de forma muy señalada, en sus óperas-, Kurt Weill fue capaz de crear un tipo nuevo de song, heredero de la balada, la canción popular alemana y el romance, e imbuido también de notas contemporáneas procedentes del jazz y la danza moderna. No exentas de críticas sociales, sus mejores partituras influyeron decisivamente en la formación de compositores coetáneos suyos, como el alemán Paul Hindemith, el estadounidense George Gershwin y el italiano Giancarlo Menotti.
Buen número de canciones de Weill se hicieron famosas, ya de su periodo berlinés: Die moritat von Mackie Messer (Mack the knife), Alabama song (Moon of Alabama), Bibao song, Surabaya Johnny, o americano: September song, It never was you, The saga of Jenny, Foolish heart, Speak low, Sing me not a ballad, Lonely house, A boy like you, Green up time, Trouble man, Stay well o Lost in the stars. Todas ellas fueron grabadas por Lotte Lenya y, posteriormente, convertidas en standards, por multitud de artistas.



En el video, la banda de música de la localidad austriaca de St. Kathrein am Offenegg, bajo la dirección de Gerald Kleinburger, homenajea en el concierto del año nuevo 2014 al músico alemán con un medley que incluye pasajes de Bilbao song, The saga of Jenny, September song y Mackie Messer.

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