martes, 30 de diciembre de 2014

Carol Reed (Londres, Gran Bretaña, 30-12-1906 / Ibídem, 25-4-1976): In memoriam

PRECISIÓN Y SOLIDEZ BRITÁNICAS

Aniversario natal del director británico Carol Reed, ganador de la Palma de Oro en Cannes por El tercer hombre (1949), que cincuenta años después el British Film Institute reconoció como el mejor film británico del siglo XX, y del Oscar al mejor director por Oliver (1968), películas que además ganaron sendos premios BAFTA, así como anteriormente otros dos títulos suyos, Larga es la noche (1947) y El ídolo caído (1948).
Hijo ilegítimo de un actor famoso y su criada, tuvo una infancia holgada y, gracias al sustento de su padre, pudo ser educado en el King's School de Canterbury. Aunque en principio quería ser actor, en 1927 se introdujo en el mundo del cine como ayudante y en 1935 como director. En los 37 años siguientes rodó una treintena de películas. Murió en su mansión londinense de Chelsea a causa de un infarto los 69 años.

Perfil procedente (y ligeramente retocado) de la página Biografías y Vidas:

Debutó como actor en Londres, en 1924, con la troupe de Sybil Thorndike. Eran tiempos donde sólo había lugar para papeles pequeños; pero tres años después comenzó a trabajar para Edgar Wallace, encargándose de adaptar sus obras a los escenarios y al cine .
Reed se sumó a la industria cinematográfica a comienzos de los años treinta, como ayudante del director Basil Dean en los Ealing Studios. Su primera película, Midshipman easy (1935), ambientada durante la campaña peninsular de la Guerra Napoleónica, ya preconiza la relación con el cine de propaganda. El hecho de que sus primeros títulos -Sucedió en París (1935), codirigida por Robert Wyler y con guión de John Huston; Penny Paradise (1938), sobre los avatares de la fortuna; o El amor manda (1938), protagonizada por Margaret Lockwood, actriz asidua del cine de Reed- fueran producciones de bajo presupuesto, no impidió que comenzara a forjarse una reputación.
Durante la Segunda Guerra Mundial tuvo la oportunidad de formar parte de la unidad fílmica del ejército británico. Un corto propagandístico titulado A letter from home (1941); un manual de entrenamiento para nuevos reclutas, The new lot (1943), y un largometraje documental con guión de Peter Ustinov, The way ahead (1944), quedan como algunos de los mejores documentales de los tiempos de guerra. En 1945 codirige con Garson Kanin The true glory, un relato documental de la invasión aliada de Europa durante la Segunda Guerra Mundial, recopilada a partir del metraje de casi 1.400 cámaras, y que recibió en 1946 el Oscar al mejor documental.
Su siguiente éxito se tituló Larga es la noche (1947) y se centraba en la caza del líder de una organización irlandesa clandestina. Protagonizada por James Mason y basada en la novela de F. L. Green, prefirió centrarse en los golpes de efecto y los detalles, sin intención de adentrarse en la realidad política del Norte de Irlanda. El montaje fue nominado al Oscar. Su siguiente película, El ídolo caído (1948), protagonizada por Ralph Richardson, volvió a estar cerca de los Premios de la Academia. El hijo de un diplomático es la excusa para retratar la complejidad de la vida adulta desde el punto de vista de los jóvenes. El guión, escrito por Graham Greene, fue nominado junto con el director.
En 1949, y coincidiendo más o menos con la mitad de su carrera, llegó su obra maestra: El tercer hombre (1949). Esta segunda película que Reed hizo para Korda (la primera había sido El ídolo caído) se convirtió en un éxito internacional. Tres de sus cuatro protagonistas habían sido importados de Estados Unidos -Joseph Cotten, Orson Welles y Alida Valli-; el cuarto era Trevor Howard. El tercer hombre, cuya historia también era de Graham Greene, consolidó la reputación del director con un trabajo ambientado en la Viena de postguerra. Tomando a un criminal de guerra con una doble vida y a un escritor americano que se topa con una situación a punto de costarle la vida, Reed creó, con la ayuda de grandes sombras y la música de Anton Karas, una atmósfera propicia para la pesadilla.
El tema de la huida seguirá presente en su trabajo, enlazando vía marítima con El desterrado de las islas (1952), basada en una novela de Joseph Conrad y protagonizada también por Trevor Howard. Después de haberse enfrentado durante varios títulos con las mezquindades y los miedos, presta atención a los sueños en El niño y el unicornio (1955), una fábula que conjuga la fe, la inocencia y la caridad como cualidades redentoras de las clases bajas.
La década de los cincuenta se cierra con dos títulos dispares, con el denominador común de una mujer como catalizador de los fantasmas que arrastran los hombres que giran a su alrededor. Trapecio (1956) adapta la novela The Killing Frost, de Max Catto, permitiendo a Burt Lancaster hacer alarde de su entrenamiento circense. La llave (1958) acude una vez más al escenario de la guerra para mostrar a Sophia Loren pasando de mano en mano, con la ayuda de Michael Caine, William Holden y Trevor Howard.
La década de los sesenta es una de las más variadas en el cine de Reed. Comienza con una comedia, Nuestro hombre en La Habana (1960), la historia de un vendedor de aspiradoras que se introduce en el servicio de inteligencia británico y ha de inventarse las conspiraciones porque parece que nunca ocurre nada. Algo parecido a lo que muchos años después hará Ben Kingsley en La isla de Pascali. Aunque no aparece en los títulos de crédito, Reed se encarga de rodar, dos años más tarde, algunas escenas para Rebelión a bordo (1962).
Un año después reúne a Laurence Harvey, Lee Remick y Alan Bates en El precio de la muerte (1963), en la que un hombre finge su muerte para saldar una deuda con la compañía de seguros. El tormento y el éxtasis (1965) recoge la tortuosa relación entre el pintor Michelangelo Buonarroti y el Papa Julio II, el pontífice obsesionado con dejar obras monumentales que le recordaran después de muerto. Basada en la novela de Irving Stone, le ofreció a Charlton Heston la oportunidad de componer una de sus mejores interpretaciones. La película obtuvo cinco nominaciones al Oscar: dirección artística, fotografía, diseño de vestuario, banda sonora y sonido.
Reed se quitaría la espinita de las simples nominaciones con una incursión en el musical, para la que nuevamente echó mano de la literatura. Oliver (1968), basada en la novela de Charles Dickens, recogió cinco Oscars (película, director, banda sonora adaptada, sonido y dirección artística) mas uno honorífico a su coreógrafa Onna White y otras seis nominaciones al guión adaptado, fotografía, montaje, vestuario y los actores Ron Moody y Jack Wild. Sus dos últimas películas serían sendas comedias: El indio altivo (1970), protagonizada por Anthony Quinn y Shelley Winters, y Sígueme (1972), con Mia Farrow y Topol.
Se cerraba así la carrera de Reed cuatro años antes de su muerte. Su legado se centra en el especial tratamiento de las historias, que se desarrollan en escenarios locales, donde lo más importante son los detalles. Su habilidad para recrear atmósfera, para desarrollar la trama y tratar los personajes, hace que muy pocas de sus historias tengan fisuras, si acaso compensadas por la autenticidad de su tono narrativo.


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