IGNACIO ZULOAGA (Éibar, País Vasco, España, 26-7-1870 / Madrid, España, 31-10-1945): IN MEMORIAM
Tal día como hoy hace setenta y un años falleció el pintor español Ignacio Zuloaga, el más universal de los artistas vascos. Viajero pero de mentalidad tradicionalista, destacan en su obra retratos de costumbres y paisajes genuinamente españoles: mujeres con mantillas, abanicos, flores y trajes de volantes, toreros de luces o tipos y panorámicas castellanas, territorios con los que se sintió muy identificado. Su visión de España le aproxima a la generación literaria del 98: muestra la decadencia de las ciudades, el deseo de la vuelta a la tierra y el paisaje yermo, en busca de una autenticidad e identidad nacional. En muchos de sus lienzos, mezcla de sobria austeridad, nobleza y pesimismo, recurrió a los pueblos y sus tradiciones y a los campesinos, retratados como personajes solemnes, hieráticos y atemporales. En sus paisajes, su técnica fuertemente empastada, la estructura de sus planos, el dramatismo y el estudio de la luz son fruto de una interpretación personal de gran energía y vigor expresivo; en sus retratos, a fin de expresar mejor el carácter del personaje, sacrifica detalles, rasgos o delicadezas para subrayar el gesto, la acción o la mirada. Triunfador internacionalmente desde principios del siglo XX, sus cuadros se exponen hoy en muchos lugares del mundo y, particularmente, en los museos españoles a él dedicados en Castillo de Pedraza (Segovia) y en Zumaya (Guipúzcoa).
Ignacio Zuloaga Zabaleta nació en el seno de una familia de cuatro generaciones de artistas y artesanos. Aunque en principio su padre, damasquinador de oficio, quería que estudiase ingeniería minera, a él le tentaban más el dibujo y la pintura, por lo que, superado un resentimiento pasajero, recibió de su progenitor una primera formación básica. Muy joven abandona Éibar y marcha a Madrid para estudiar en el Museo del Prado a los grandes maestros del Siglo de Oro español. Despues de sucesivas estancias en Roma y Londres recala en 1889 en París, donde se introduce en los círculos culturales y artísticos más prominentes y cosmopolitas. Atraído en un primer momento por la pintura impresionista, se relaciona con varios de los pintores de esta tendencia y con los artistas catalanes de Montmartre.
Desde 1893 a 1898 trabaja en Andalucía y reside en Sevilla. Fascinado por la imaginería popular, plasmó en sus cuadros figuras de la tauromaquia o bailarinas de
flamenco; más tarde eligió como tema de sus pinturas diversas escenas
de la vida cotidiana, a menudo festivas o religiosas, que plasmó con una
paleta oscura de pincelada larga y segura, fuertes dosis de realismo y un gran sentido dramático. En 1898 halla en Segovia las raíces profundas de sus maestros de El
Prado. Va a trabajar en esa ciudad castellana dieciséis años y en su estilo pueden observarse las huellas del influjo de El Greco, Ribera, Velázquez y Goya. En 1898 contrajo matrimonio con la francesa Valentine Dethomas, con quien tendría una hija (1902) y un hijo (1906).
Tras diversas exposiciones en ciudades europeas de Bélgica y Alemania, su nombre empieza a cobrar relieve. En 1902 es declarado socio de la Nacional de Bellas Artes de París. Se le han abierto las puertas de Europa y sus cuadros continúan exponiendose en París, Burdeos, Munich, Budapest o Berlín. En 1909 envía cuadros a los Estados Unidos, será la primera de las
cuatro exposiciones en que triunfará. La última, de 1924 y 1925, por
varios estados de la Unión y, finalmente, la de Cuba es apoteósica.
Mientras, es aplaudido en Nueva York, México, Argentina y Chile, ya tiene el gran
premio de Venecia (1903), el del rey de España (1907) y el del rey de Italia en Roma (1911). Ha colgado cuadros en los más importantes museos estatales, se los han
comprado exigentes coleccionistas y ha sido solicitado para realizar
retratos. En 1914 adquiere una propiedad en Zumaya (Guipúzcoa), cerca de Éibar, que convertirá en vivienda, taller y museo. Muy cotizado, sus obras están bien esparcidas por Europa: de San Petersburgo
a Budapest, de Berlín a Triste. Finalmente, con el fin de inaugurar el nuevo edificio del Círculo de Bellas Artes en 1926, realiza una gran exposición en Madrid, a la que asistió el rey Alfonso XIII. Convertido en el mejor retratista de España, deja a la posteridad famosos retratos como los del Duque De Alba, Gregorio Marañón, Miguel de Unamuno, Ramón Pérez de Ayala, Manuel de Falla, Ramón del Valle-Inclán o José Ortega y Gasset, además de hermosos cuadros de paisajes.
Al instaurarse la Segunda República Española en 1931 y ser el pintor el
español más conocido internacionalmente, le nombran sin su consentimiento
presidente del patronato del Museo de Arte Moderno, una forma de
desagravio por el trato elusivo que le dispensaron durante tantos años. Al
igual que muchos de sus amigos de las generaciones del 98 y del 14, su ideario cosmopolita y pro-republicano no impidió que a partir de la revolución de 1934 fuera
atemperando sus simpatías izquierdistas. Al comenzar la guerra civil se encontraba en París, regresando a Zumaya
para acompañar a su familia y tratar de evitar el expolio de su museo. Se mantuvo neutral hasta la destrucción de su villa natal de Eibar en
abril de 1937; al creer que ésta había sido obra de
los milicianos en su retirada, decidió marchar a París, desde donde él y
su hijo comenzaron a apoyar al régimen de Franco, cuyo retrato pintó en 1940. Un cambio de postura
que fue paralelo al que tuvieron sus amigos Unamuno, Baroja, Ortega y
Gasset, Marquina, Pérez de Ayala, Marañón y Sert, entre otros que
pasaron del republicanismo a avalar el franquismo. Zuloaga tenía una obvia percepción conservadora y tradicionalista de España. Por otra parte era francófilo y le horrorizó la invasión alemana del país vecino.
En sus últimos años Zuloaga se dedicó especialmente a pintar para si
mismo bodegones y paisajes, realizando retratos de personalidades como
forma de ganarse la vida. El pintor falleció a los 75 años durante un viaje a Madrid.
Auto-retrato, 1942 |
Video resumen de la obra de Zuloaga con el fondo musical de la Danza lejana (segundo movimiento de "Noches en los jardines de España") de Manuel de Falla, en interpretación de orquesta con la pianista Alicia de Larrocha.