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viernes, 29 de enero de 2016

El toque Lubitsch

¿CÓMO LO HIZO LUBITSCH?

En el aniversario natal del cineasta alemán Ernst Lubitsch, recordamos el delicioso y personalísimo estilo que le hizo célebre como consumado maestro de la comedia sofisticada, género en el que brilló como nadie conjugando inteligencia, elegancia, ligereza y un fino sentido del humor en buen número de títulos clásicos del mejor cine de Hollywood. En los siguientes textos y video se reflexiona sobre la marca distintiva, casi indefinible pero tangible, de este gran creador: el conocido como "toque Lubitsch":

Como decía su colega y admirador Billy Wilder, "durante veinte años todos nosotros intentamos encontrar el secreto del toque Lubitsch. De vez en cuando, con un poco de suerte, lográbamos algún que otro metro de película que brillaba momentáneamente como si fuera de Lubitsch, pero no era realmente suyo".  El toque Lubitsch era como el aroma de un buen vino que todo el mundo detecta y degusta pero que nadie acierta a explicar del todo. Estaba compuesto por un argumento elegante y sofisticado, por un refinamiento que se deslizaba a menudo hacia la ironía fina. En cada escena era tanto lo que se sugería como lo que se mostraba y, en muchas de sus películas, subyacía un erotismo tan sutil, que los censores nunca podían cortarlo, porque no se puede cortar un aroma.

(Fragmento del artículo ¿Qué era el toque Lubitsch? de la página El Cine de LoQueYoTeDiga)
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Ernst Lubitsch es uno de los mayores estilistas del cine americano. El secreto de su arte radica en el célebre "toque Lubitsch". La manera juguetona, irónica e inimitable con que satiriza las debilidades de la sociedad, especialmente el sexo, en la larga serie de comedias  frívolas "europeas" y de musicales que rodó en Hollywood.
Contaba Billy Wilder en 1979: El "toque Lubitsch" es lo más difícil de definir del mundo... es como preguntarme qué hizo que Greta Garbo fuese Greta Garbo o Marilyn Monroe, Marilyn Monroe. No fueron sus estudios, ni tampoco los años pasados por ejemplo en la Academia de Teatro Sueca, sino, por así decirlo, el llamado factor X, algo especial e indefinible, que no se puede fabricar en serie. El "toque Lubitsch" consistía simplemente en una manera muy concreta de elegancia mental: en la forma original que tenía de abordar una escena, un momento o un giro en el diálogo. Creo que su secreto consistía en que hacía participar al público, proporcionándole ciertas claves y afinadas sugerencias que le convertían en cómplice suyo... Dicho en otras palabras, no decía nunca que dos y dos son cuatro, sino que se limitaba a formular uno más tres y dejaba que el público sumase por sí mismo, lo que le proporcionaba un gran placer.
Cuando hablo con estudiantes o directores jóvenes y me preguntan por Lubitsch me limito a decir: "Miren ustedes, les voy a fijar la siguiente tarea para hacer en casa. El argumento es éste: Hay un rey, una reina y un teniente del ejército del rey. Me gustaría que describiesen dramáticamente cómo descubre el rey que el teniente se entiende con su mujer. Hay miles de variantes de esta situación, pero apuesto lo que quieran a que nunca se les ocurrirá una solución mejor que la de Lubitsch. He aquí cómo la resolvió en "La viuda alegre" (1934), película en la que creó una atmósfera de alegría e hizo reir al público como ningún otro director podría haberlo hecho:
Ernst Lubitsch es uno de los mayores estilistas del cine americano.  El secreto de su arte radica en el célebre “toque Lubitsch”.  La manera juguetona, irónica e inimitable con que satiriza las debilidades de la sociedad, especialmente el sexo, en la larga serie de comedias frívolas “europeas” y de musicales que rodó en Hollywood. - See more at: http://www.pasionporelcineclasico.com/2016/01/el-toque-lubitsch.html#.Vqs5NEB3d-J
Ernst Lubitsch es uno de los mayores estilistas del cine americano.  El secreto de su arte radica en el célebre “toque Lubitsch”.  La manera juguetona, irónica e inimitable con que satiriza las debilidades de la sociedad, especialmente el sexo, en la larga serie de comedias frívolas “europeas” y de musicales que rodó en Hollywood. - See more at: http://www.pasionporelcineclasico.com/2016/01/el-toque-lubitsch.html#.Vqs5NEB3d-J
Empieza con el rey y la reina en la cama po la mañana, justo antes de levantarse. El rey lo interpretaba George Barbier, un hombre alto y robusto, y la reina, Una Merkel. Primero se abrazaban y besaban mucho, luego el rey se vestía, le daba a su mujer un beso de despedida y salía del dormitorio. Fuera se encontraba el teniente (Maurice Chevalier) haciendo guardia y con una espada que levanta a modo de saludo cuando pasa el rey, que le devuelve el saludo y desciende sonrientemente las escaleras. Chevalier enfunda nuevamente la espada, contempla cómo se aleja el rey y entra en el dormitorio real. La puerta se cierra. Entonces el rey se detiene, dándose cuenta de que se ha olvidado la espada y el cinto. Vuelve a subir las escaleras. ¡Suspense! Entra en el dormitorio. La puerta se vuelve a cerrar. Seguimos sin ver el interior. Sale de nuevo, todavía sonriendo. Mientras camina intenta ponerse el cinto, pero le queda pequeño. Vuelve al dormitorio y esta vez entramos con él para descubrir a Chevalier escondido debajo de la cama...

(Texto procedente del blog Pasión por el cine clásico)
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A lo largo de su extensa producción estadounidense, Lubitsch se caracterizó por una inimitable elegancia en el arte de la sugerencia, rasgo de estilo definido por la crítica como "toque Lubitsch".
Mucho se ha escrito sobre el toque Lubitsch, incluyendo el libro de ese título de Herman Weinberg, que no pasa de ser una atractiva biografía acompañada de algunos documentos. El toque Lubitsch era antes que nada un estilo, un tono que impregnaba de principio a fin cada una de sus películas pero, más concretamente, podríamos definirlo como la crema de un exquisito pastel. Tal o cual deliciosa comedia de Lubitsch ofrece en determinados momentos un tipo de soluciones narrativas que por su poder sintético y sugerente, por su brillantez y perfecta adecuación a la historia son como una metáfora, como una concentración de toda una forma de hacer. Esos momentos mágicos podían ser una veces soluciones visuales y otras dialogadas, anotaciones psicológicas o elipsis prodigiosas, arranques antológicos o inesperados desenlaces, pero en cualquier caso, soluciones estrictamente cinematográficas que jamás detenían o desviaban la historia para lograr un efecto, sino todo lo contrario; la enriquecían, complementaban y hacían avanzar y, sobre todo, siempre eran de una fidelidad escrupulosa al espíritu del film en el que figuraban.
Las películas mudas de Lubitsch, realizadas primero en Alemania y más tarde en Estados Unidos, serían más que suficientes para asegurarle un lugar en el Olimpo, aunque no hubiese rodado una sola de sus películas sonoras, las más populares y por las que suele ser más apreciado hoy día. El estilo Lubitsch se forjó en los estimulantes años del mudo. Él y su coguionista de ésta época, Hans Kraly, llegaron más lejos que nadie en el sofisticado arte de contar sin palabras, y cuando el sonoro llegó, Lubitsch fue el más astuto de todos. Lejos de hundirse, como ocurrió con Griffith, Keaton, Stroheim y tantos otros, tampoco adoptó el arrogante desafío de Chaplin de ignorar el sonido. Lubitsch no solo conservó y desarrolló todo lo aprendido en los años silenciosos, sino que llevó el arte del diálogo a las más altas cuotas de sofisticación, y entendió de inmediato la importancia de los ruidos –y la del silencio– en las películas sonoras. Por si esto fuera poco, inventó el musical moderno, con las canciones formando parte de la acción en oposición al imperante estilo Melodías de Broadway.
Refiriéndose a Lubitsch, Francois Truffaut escribió que para él lo esencial era no tratar nunca un tema de forma directa y que de lo que se trataba era de no contar la historia e incluso de buscar el modo de no contarla del todo, y añadía: si nos quedamos fuera de la puerta de una habitación cuando todo ocurre dentro, si nos quedamos en el “office” cuando la acción ocurre en el salón, y en el salón cuando tiene lugar en la escalera, y en el teléfono cuando sucede en la bodega, es porque Lubitsch se ha roto la cabeza para permitir a los espectadores construir por sí mismos, con él, el guión mientras ven la película proyectada. Truffaut remataba su razonamiento diciendo: En el Gruyere Lubitsch cada agujero es genial. Maestro en el arte de divertir a los espectadores haciéndoles descubrir a ellos mismos las cosas y convirtiendo el cine en participación, Lubitsch fue acusado a veces por sus actores de prestar más atención a las puertas que a ellos, cuando en una ocasión había declarado que las puertas son tan importantes como los actores. Pero no sólo de jugar con puertas se trata, aunque la puerta es una perfecta metáfora de lo que constituía la esencia de su trabajo: adivina primero lo que está ocurriendo al otro lado y veamos después si acertaste.
Veamos un corto ejemplo: "Ninotchka" (1939). Sobre un plano de la Plaza de la Concordia en París, un título: Esta película ocurre en París en aquellos días maravillosos en los que una sirena era una morena y no una alarma… Y en los que cuando un francés apagaba la luz no era a causa de un bombardeo. No se  puede ser más sintético para exponer las diferencias entre la guerra y la paz y para explicar que la nostalgia de hoy comienza mañana por la mañana.

(Fragmentos del artículo Ernst Lubitsch: el toque mágico de la sugerencia de Juan Guillermo Ramírez en la página Literariedad).




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